25/04/2024
05:15 PM

Boricuas ejemplares

De manera magistral, las divinas escrituras enseñan el axioma elemental de que “cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime”.

Sergio Banegas

La Isla del Encanto, como es conocida Puerto Rico, dio un auténtico ejemplo de cómo debe unirse la sociedad cuando se harta de los gobernantes corruptos y sin escrúpulos. El poder y la soberanía no pertenecen a los dictadorzuelos, sino al pueblo, de quien emanan todos los poderes.

La filtración al público de un chat telefónico con conversaciones comprometedoras fue la gota que colmó el vaso para los ciudadanos caribeños, quienes ya mostraban señales de contrariedad y rechazo con el gobernador Ricardo Rosselló ante señalamientos de altos niveles de corrupción estatal y muy mal manejo de la crisis ocasionada por el huracán María en 2017.

Fueron doce días en los cuales miles y miles salieron a las plazas públicas para demandar que “Riki” saliera del palacio gubernamental de San Juan y entregara el cargo por honor y aceptación de su fracaso como líder de la isla.

En defensa del gobernador Rosselló, hay que admitir que él supo entender el rechazo generalizado y no se atornilló al poder mandando a reprimir a sus compatriotas a la fuerza de las balas y de bombas lacrimógenas; no, apenas doce días fueron suficientes para que entrara en razón y poner el bienestar del país en primer lugar.

Muchos gobernantes del continente americano debiesen observar con atención este episodio de un país que es más conocido por su música, playas y turismo que por crisis políticas y sociales; sin embargo, hay límites que los gobernantes no deberían traspasar para no provocar el levantamiento justo del pueblo, como en el caso aludido.

De manera magistral, las divinas escrituras enseñan el axioma elemental de que “cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime”. Una nación en dolor es afrenta para el gobernante, y cuando ello sucede lo mejor es dar un paso al costado y con hidalguía aceptar el rechazo y desprecio popular, la ilegitimidad y la absoluta incapacidad para gobernar, tal es el ejemplo que nos han enviado desde tierras caribeñas.