24/04/2024
06:54 AM

Vicios y virtudes, abundancia y escasez

Sin embargo, tampoco es cierto que la explicación al fenómeno de la corrupción se encuentre en las carencias materiales de los que se corrompen o que la extrema necesidad destruya el nervio ético de las personas.

Roger Martínez

Cuando se comenzó a hablar de la necesidad de depurar a la Policía Nacional, uno de los temas que comenzó a discutirse tenía que ver con la relación entre bajos salarios y corrupción policial. Algunos afirmaban que las necesidades materiales llevaban a los agentes a convertirse en víctimas de los corruptores, que ante los bajos salarios que percibían era fácil que sucumbieran a la tentación de prestarse a negocios turbios o a cerrar los ojos ante las actividades delictivas de otros a cambio de dinero. Y es posible que haya cierto fondo de verdad en esta argumentación. Reza el refrán popular que “la necesidad tiene cara de perro”, con lo cual, en una situación de extrema necesidad, los seres humanos corremos el riesgo de poner a un lado nuestros valores, de acallar la conciencia y optar por el vicio en lugar de la virtud.

Sin embargo, tampoco es cierto que la explicación al fenómeno de la corrupción se encuentre en las carencias materiales de los que se corrompen o que la extrema necesidad destruya el nervio ético de las personas. De hecho, la historia reciente de nuestro país nos ha mostrado cómo gente económicamente solvente se ha visto envuelta en actos de corrupción y que, en esos casos, más ha podido la ambición desmedida, la avaricia, que la falta de medios. Por otro lado, conozco yo a muchísimas personas a las que bien les caería un poco de dinero extra y prefieren “comer salteado” que manchar su conducta. Mi padre, que se empeñó en hacer ver a sus hijos la importancia de mantener una fama de honradez diáfana, impoluta, me dijo alguna vez que el ladrón seguiría robando, aunque ganara un millón al mes, y que el hombre honrado lo continuaría siendo, aunque tuviera que mendigar, y que la raíz de todo estaba en la crianza que se hubiera recibido. Y cada vez estoy más de acuerdo con él. No obstante, la libertad mal utilizada puede llevar a un hombre bien criado a cometer un delito. Ello es menos factible si en casa le han enseñado el valor de la integridad y la imponente importancia de la conducta moral.

De ahí que haya chocado a la mayoría ver, recientemente, durante uno de los atracos perpetrados a un comercio en San Pedro Sula, a una madre que mandaba a su hijo pequeño a robar mientras ellas guardaba el producto de la fechoría. Con semejante ejemplo no puede salir de ahí un hombre honrado y, aunque hubiera alguien que lo justificara, la verdad es que nunca un vicio puede beneficiar a la comunidad y que solo la práctica de la virtud es garantía de una sociedad pacífica y civilizada.