18/04/2024
01:14 PM

Muchos problemas y una cantaleta

Aquí esperamos que sean los de afuera los que piensen, negándonos al ejercicio mental.

Juan Ramón Martínez

El atraso de las sociedades tiene que ver con la actitud mental de sus líderes y su población. En cuanto al liderazgo, en términos generales se observa un aletargamiento mental que les hace imposible imaginar varias alternativas que, operadas simultáneamente, pueden resolver los problemas. Y la actitud de la población es la de descalificar –auténtica o para lograr compasión de los fuertes, de adentro y de afuera– que lleva mecánicamente a la dependencia.

Aquí esperamos que sean los de afuera los que piensen, negándonos al ejercicio mental, descubriendo la realidad, para después dividirla en porciones que, enfrentadas una por uno o en grupo, nos permitan remover obstáculos.

En cambio, estamos obsesionados con la lucha en contra de la corrupción, mientras descuidamos la eficiencia. Y en vez de resolver un desacuerdo queremos distraer a los adversarios, que algunos califican como enemigos, aumentando los problemas.

Esta contradicción es visible en lo ocurrido en las últimas semanas. No hemos terminado de resolver el conflicto con los médicos y los maestros, que es manejable por líderes eficientes (no por comisiones que tienen poco sentido de responsabilidad, pues nadie les pide cuentas), cuando ya entramos en el problema del Código Penal. Una pregunta para Luis Suazo, que parece el ideólogo de la seguridad, ¿por qué crees que debemos unir los adversarios y creer que se les derrotará a todos inmediatamente?

En lo personal, creo que es un error incitar a todos los adversarios, ya que uniéndose vuelven difícil la situación. Lo práctico es ir de uno en uno, mientras con los pendientes se pactan treguas, se forman alianzas, se compran o se neutralizan, como enseñaba Maquiavelo, que debe ser el libro de cabecera del teórico estratégico del manejo del conflicto entre nosotros.
Hace tiempo manejo una duda sobre la simpleza reduccionista de los opositores. Todos los problemas tienen un nombre: JOH. Por ello, el eslogan más popular – que gusto oírlo en la voz de “bombonera” envejecida de un diputado por Santa Bárbara– es ¡fuera JOH! Cuando sabemos que la crisis que vivimos tiene múltiples causas y que varios factores desatendidos, por mala fe o incapacidad, se transforman en desacuerdos y conflictos que, en otras circunstancias, pudimos manejar.

Y los estrategas del Gobierno, en vez de ir paso a paso, en el manejo de la crisis quieren enfrentarlos simultáneamente, en la ingenua creencia de que frente al incendio del país, todos como bobos, nos paralizaremos para ver la belleza de las llamas destructivas, como niños que recién descubrimos los efectos de los fósforos.

Además, como decimos en otro periódico, hay la tendencia en estos estrategas de convertir la seguridad en el número uno, cuando en realidad lo que incomoda es la falta de empleo, ante el cual el camino es la delincuencia individual o grupal, la ineficiencia del aparato público escloretizado por el miedo a la Maccih, la incompetencia en el manejo de la energía eléctrica y la ciega obediencia a todo lo que ordena Fulton. ¿Alguien puede corregir esto antes de que Luis Suazo nos empuje al barranco?