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Notre Dame, contribuciones generosas

  • 22 abril 2019 /

Noé Vega

“Hay quienes reparten y les es añadido más, y hay quienes retienen indebidamente solo para terminar en escasez” dice un proverbio bíblico que viene bien con relación a la polémica desatada por las generosas contribuciones que se han prometido para reconstruir la c atedral de Notre Dame, parte de la historia universal y también del legado de Francia como hija mayor del catolicismo. Esta quema de este monumento puede tener diferentes mensajes para todos. Hace unos años un intelectual se inmoló en Francia, como protesta por lo que él consideró la degradación de la sociedad con su relajamiento moral y la aprobación de estatutos legales permisivos, lo que según su propia visión, al final desembocará en una destrucción del tejido social y moral de la sociedad, no solo de Francia, sino del mundo. Una vida no vale una catedral, pero ambos sufrieron pérdidas, uno perdió la vida, la otra perdió su rostro.

Cuando muere un hombre hoy, no hay mayor conmoción, cuando Notre Dame se quema el rostro el mundo entero se conmueve; que está pasando con la sociedad, donde está el punto de quiebre que nos puede explicar esta inversión de valores que hoy tenemos, cómo explicarnos a nosotros mismos que mientras los derechos de los animales se propagan por el mundo entero y las protestas por el uso de las pieles animales y la muerte de los cetáceos roba titulares en los medios de comunicación, no sucede lo mismo con la pérdida de una vida humana. Porque estamos invertidos, hemos hechos una inversión de nuestros valores de tal forma que lo material prima sobre lo humano, así se explica a los chalecos amarillos que su demanda no tiene la misma fuerza que la demanda por reconstruir la catedral.

La generosidad es una virtud cristiana, pero también lo es la solidaridad. La generosidad entusiasma por la causa y la habilidad de movilizar las conciencias, la solidaridad no entusiasma tanto y no provoca tanta movilidad de conciencias, pero lo cierto es que tal como el Maestro de Galileo nos dijera, esto tienen que hacer sin dejar de hacer lo otro. Así como Notre Dame se ha quemado desde sus fundamentos, también nosotros deberíamos ver nuestros propios fundamentos a nivel social y también cristiano.

Hay más conciencia de repartir en nombre de la generosidad que en nombre de la solidaridad lo sabemos, sabemos que no es la misma fuerza la que impera en la conciencia y en la fuerza del Estado a través de los impuestos; pero lo cierto es que esa conciencia que se entusiasma con lo religioso no puede dejar de reconocer que ese mismo entusiasmo debería tener para lo social, después de todo es el hombre el centro de todo, según la lógica de la diosa razón en Francia. Pero he allí que la razón no es suficiente, no es suficiente la razón humana para volver humana la sociedad, se necesita algo más que no lo puede aportar la razón, si no la conciencia, la verdadera conciencia cristiana que sufre más ante el dolor del prójimo que ante la quema de unas cuantas piedras milenarias, esa conciencia entonces es la que hay que despertar y que no se logra con una protesta de los chalecos amarillos, se logra con una examen de conciencia personal que nos cambie el rumbo y vuelva a poner los valores en su lugar correcto.