Pero ¿qué es lo primario? Esto no solo apunta a aceptar un cuerpo de doctrina clave y no negociable como la deidad de Cristo, la necesidad de su muerte vicaria, su resurrección, su segunda venida, etc., sino también a un compromiso total con Jesús (Romanos 12:1), absorbiendo cada día sus enseñanzas, imitando su ejemplo, reflejando su carácter, sirviendo como él y manteniendo una relación estrecha y dinámica con él.
A Jesús siempre le preocuparon las multitudes, ya que en ellas se pueden esconder fácilmente seguidores que solo quieren un compromiso a medias o por conveniencia, por eso sus palabras resuenan fuertemente hoy, tal como sucedió hace más de dos mil años: “Si alguno quiere ser mi discípulo niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”: Lucas 9:23. Ser cristiano es mucho más que ser religioso o saberse de memoria unos cuantos versículos, es una entrega total a Dios, donde ya no nos pertenecemos, sino que nuestra vida y todo lo que tenemos están al servicio del reino de los cielos.
De ahí que la Semana Santa es un buen tiempo para definirse y evaluar qué tipo de cristianismo estamos persiguiendo y a qué cristo le estamos brindando nuestra devoción. Si no es al Jesús de la Biblia estamos todavía lejos del reino.