18/04/2024
10:16 PM

¿Por qué a mí?

Este fue el caso de Ana, la madre del Samuel de la Biblia.

Jibsam Melgares

¿Se ha puesto a pensar cuántas veces ha escuchado esta pregunta? o ¿Cuántas veces se la ha hecho usted personalmente? Quizá hasta perdió la cuenta. Y para colmo, esta interrogante puede caernos como un yunque cuando nos percatamos de que a los demás les va mejor que a nosotros.

Para los que creen en la Deidad, aquella incógnita arrastra otras no de menor hondura existencial: ¿Por qué Dios me permite pasar por esto? ¿Por qué no me contesta? ¿Hasta cuándo me hará soportar esta situación?

Este fue el caso de Ana, la madre del Samuel de la Biblia. Ella era estéril, y por esa condición su marido decidió buscar una segunda esposa que le diera hijos, Penina (en aquel tiempo la sociedad toleraba ese tipo de situaciones). Ana clamaba a Dios para que cambiara su suerte, pero no había respuesta. Como bien indica Carolyn Custis James, parecía que Él estaba tan ocupado haciendo cosas buenas a favor de Penina que ya no se acordaba de su miseria. Pero, como bien agrega Custis James, Ana no había considerado que “el silencio de Dios no es un medio exacto de medir lo que Él está haciendo. Es fácil olvidar que a menudo Él hace sus mejores obras cuando… parece que no está haciendo nada”.

Para Ana, el silencio divino fue la preparación adecuada para que ella se acercara a Dios y aprendiera a tener fe y confianza absoluta en Él. Fue el espacio propicio para comprender que Dios tiene excelentes propósitos para cada vida, pero los otorga hasta que la persona está lista para recibirlos.

Ana dejaría de ser estéril y todo lo que aprendió en su amarga experiencia le sirvió para formar a un excelente hombre, Samuel, quien, a su vez, formaría a otro gran personaje, David. Así que la próxima vez que se haga la pregunta del título, recuerde que probablemente usted se encuentra en la escuela de Dios. Es tiempo de aprender.