Hay que recordar que todo esto puede ser pura literatura y palabras huecas. La veracidad de todo esto depende de si se vive o no se vive. Solo cuando hay una experiencia de Dios, una vivencia fuerte de fe, entonces y solo entonces estas palabras son exactas y hasta cortas. El Señor es mi pastor y nada me falta.
Estas palabras, con su significado, gradualmente se convierten en parte de uno mismo y se reflejan en todo cuanto decimos o hacemos. Si cada árbol que tiene un tumor, si cada hermano que tiene una crisis, una rebeldía, un momento difícil, lo tratamos con juicio y condenación, solo con el poder, todo se nos puede transformar en muerte y cementerio porque detrás de cada crisis hay siempre una carencia afectiva. El poder de la autoridad, si no hay ternura y paciencia produce rebeldía, desolación y muerte. El instinto humano natural es tratar a las personas molestas con juicio y condenación, y el rebelde se hace más rebelde. Corrección sí, pero con dulzura.
La autoridad debe mostrar un ideal, y un ideal no es para ser alcanzado con una mano. El ideal orienta, cuestiona, inspira. El camino de la autoridad es siempre el camino del amor y no necesariamente el camino del orden, de la justicia o de la estructura. P. Ignacio Larrañaga.