19/04/2024
10:35 AM

Cuando el poder llega demasiado pronto

Honduras está amenazada fundamentalmente por los hondureños. En esto no hay que engañarnos ni atribuirnos virtudes que carecemos.

Juan Ramón Martínez

Me refieren que al finalizar la legislatura anterior, el diputado Jary Dixon, de Libre, ofendió al Presidente de la república con una tarjeta en donde tenía escrita la palabra asesino. Ahora, en un acto de las Naciones Unidas, la joven diputada Olivia Zúniga Cáceres, también de Libre, fue expulsada por la seguridad del organismo multinacional, en vista de que empezó a gritarle, sin control, una serie de improperios al presidente Hernández. Al final, usando las redes sociales, la joven agraciada, dotada de un talento excepcional, acusó al primer mandatario de haber asesinado a su madre Berta Cáceres, de ser un usurpador y responsable de todo lo que ocurre en el país, especialmente lo malo.

Tengo la edad y la experiencia para entender estas cosas, no para justificarlas, como hacen algunas organizaciones internacionales, interesadas en usar nuestro país como un potrero en donde derraman sus defecaciones nocturnas, sino que para descubrir sus interioridades y buscar la forma para que entendamos. Como le dijo el rector de Salamanca al general franquista: “Ganaréis pero no convenceréis”, ya que la convivencia democrática no tiene como finalidad la destrucción del otro o de Honduras, como anunciara Nasralla en un momento de descontrol, sino que el convencimiento de que lo que se propone es lo mejor para el bien común. Sin embargo, como la democracia es algo desconocido entre nosotros –algunos filósofos europeos creen que este sistema es propio del occidente cristiano y contradictorio– muchas personas, como los diputados Dixon y Zúniga, han convertido a la política en un espectáculo, en un guiño para los embajadores de los países donantes y en una fórmula para destruir instituciones y personas, por la creencia de que en la tierra quemada al llegar las lluvias brotará la nueva república socialista, no como la sueca, sino como la cubana y la venezolana.

Honduras está amenazada fundamentalmente por los hondureños. En esto no hay que engañarnos ni atribuirnos virtudes que carecemos. Si en el pasado nos ha dominado la amargura, la pachorra y la malicia, ahora lo que se ha impuesto en las generaciones jóvenes es el sonambulismo y la inconsciencia, creyendo que solo ellos tienen la razón y que exóticamente tienen el derecho de imponer su fuerza para dominarnos. El diálogo para convencer es un mecanismo anticuado, piensan, solo ellos tienen la razón. Los que no pensamos como ellos somos sus enemigos, desde el titular del Ejecutivo hasta la sirvienta de la casa, la que ha terminado por convertirse en una simple cosa, prescindible en unos caprichos descontrolados, con la cual antes se puede hacer lo que se quiera.

La verdad no anda por esas vías. El poder de los diputados y de los funcionarios es un servicio a la colectividad, no una gracia de Dios que permite hacer con el poder lo que les da la gana, ofendiendo a quienes no comparten sus ideas y sus planes para destruir la democracia. La diputada Zúniga es una figura mundial que ha logrado escribir en el mejor diario de habla hispana, El País de Madrid, cosa que ningún otro intelectual hondureño ha conseguido. Para ella, y hay que entenderla más que a Dixon, que tiene más kilometraje educativo y que además es formador de niños y jóvenes, con bastante experiencia, el poder le llegó demasiado pronto. Y por ello pierde el control, se exalta, ofende y da espectáculos que algunos aplauden, pero afectan su calidad de sucesora de su madre y pone en evidencia que su finalidad es destruir la joven y parvularia democracia hondureña, por esa razón, aunque sé que me responderá con un insulto que asimilaré con cristiana y difícil indulgencia, me permito darle algunos consejos. El poder que tiene no es suyo, es heredado; es temporal, no durará toda la vida, y la cooperación internacional que recibe, las lisonjas que le dan y el tratamiento de figura mundial que le atribuyen se le terminará algún día. Entonces será un ánima sola, desamparada e ignorada, por ello le recomendamos use el poder para servir al país y no para satisfacer enojos y primarias venganzas, para que al final no sea recordada como figura dañina o destructora de Honduras.