23/04/2024
05:55 AM

Desigualdad, nido del populismo

Las universidades no tienen centros de estudio que nos ofrezcan datos periódicos, en series continuas, en lo referido a la educación del país.

Juan Ramón Martínez

No somos un país de cifras confiables. Casi siempre lo que tenemos proviene de una sola fuente, sin comprobación independiente. Probablemente la excepción –con todas sus fallas– sean las referidas a las de la violencia. Pero en las económicas la cosa es más complicada. Las del Banco Central, por el carácter institucional, no despiertan muchas dudas. Sin embargo, no hay una institución nacional que las valide, las confirme.

Las universidades no tienen centros de estudio que nos ofrezcan datos periódicos, en series continuas, en lo referido a la educación del país por ejemplo. Pero el punto central al que nos queremos referir es la falta de indicaciones sobre la profundidad y tendencias de la desigualdad.

Algunos colegas, especialmente Julio Raudales y Mauricio Diaz Bourdeth ofrecen datos sobre distribución del ingreso y el presupuesto de la nación. En otros casos, mezcladas con elementos político partidarios, Hugo Noe Pino. La encuesta de hogares del INE, es muy buena y bastante confiable; pero también, sin verificación, desde la perspectiva independiente.

El Cohep no llega a producir su propia visión estadística de las realidades económicas del país, por lo menos hasta donde conocemos. Pero, de vez en cuando sus ejecutivos dan opiniones, indicativas de sus visiones de la realidad. La Ahiba, no considera obligación darnos cifras, por razones desconocidas.

Pero lo que leemos, por aquí y por allá, nos confirma un hecho: la desigualdad en la distribución del ingreso. Y que, la vemos en los planos educativos, en el hecho que la clase media estudia en los colegios privados y los pobres, en la educación publica, inferior en términos de calidad. El crecimiento del llamado sector informal de la economía, confirma que algo no funciona en el caótico “modelo” económico. Y las tendencias del crédito, que busca su seguridad, por supuesto, se orienta en forma desproporcionada hacia el sector económico, que crea numéricamente menos empleo, como dijera hace algunos días el Presidente de la República.

Por supuesto la falta de información, posiblemente impide que el país, tenga como conjunto integrado por sociedad y sector público, una política económica. Al señor Castillo –a quien no tenemos el gusto de conocer– no le hemos escuchado una tesis al respecto. Todas sus declaraciones, se orientan a informarnos de futuras inversiones orientales, especialmente. De allí que, podemos concluir que no tenga conciencia de la desigualdad. Y que los funcionarios de JOH, en su mayoría, busquen reducir la “exclusión social”, eufemismo indicativo de la desigualdad existente en el país, por medio de una política intensiva de subsidios, poco diferenciados.

Tanto en términos de segmentos poblacionales, como en conceptos espaciales, área que tampoco ha sido objeto de estudio y reflexión, porque ni siquiera hemos evaluado si los subsidios que reciben las municipalidades apuntan a enfrentar los daños actuales y futuros que nos provoca la desigualdad creciente en la distribución del ingreso nacional.

En Davos, Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno de España, ha dicho que la desigualdad, engendra el populismo. Y que la opción, no es la derecha que representa Bolsonaro, sino que la oferta que hace la social democracia. Y el liberalismo más renovado, agregamos nosotros. Porque el populismo brasileño –Lula da Silva y Vilma Russef– no sale de la nada. Es la respuesta del Foro de Sao Paulo a la desigualdad brasileña, calificada como la más alta del mundo que, en forma equivocada, como creemos que estamos haciendo en Honduras, enfrentó vía subsidios el fenómeno de la desigualdad, sacando –valga el termino– de la pobreza, a un segmento de la población que, con las propuestas neoliberales del actual régimen, regresarán bruscamente al punto de origen creando un microsismo en la estructura social brasileña.

Bolsonaro ha dicho que derrotaron a los líderes; pero no al populismo, porque a este solo se le derrota cuando se reduce la desigualdad que lo produce.

Hay que aceptar que la desigualdad alimenta la desesperanza, debilita a los pobres e impide salidas de la pobreza.

El populismo deslumbra, su oferta demagógica, enfermedad de la democracia, atrae a los desesperados. Por ello, además de atender la crisis sistémica, debemos modificar las causas que la producen, avanzando más allá de los subsidios, si queremos vivir en paz. No solo, ganar las próximas elecciones.