20/04/2024
01:38 AM

Crónicas de un caminante

Víctor M. Ramos

Cuando mi amigo Rolando Kattán presentó mi libro Crónicas de viaje entre La Esperanza y la Costa Norte, dijo que el género de la crónica es escasamente cultivado en Honduras. Y es verdad, la mayoría de las crónicas que se han escrito sobre Honduras fueron hechas por viajeros extranjeros, principalmente en los siglos XVII, XIX y XX, y publicadas en otros idiomas.

Renán Martínez, periodista de muchas décadas en Diario LA PRENSA y amigo personal, me pidió haces unos dos o tres meses que revisara su manuscrito que tituló Crónicas del camino, me entregué de inmediato a la lectura y confieso que disfruté mucho el relato de su abuelo y sus hijos, quienes hicieron una tremenda hazaña al migrar desde Ocotepeque hasta la costa norte, al emporio bananero de esa época que se había convertido en la zona de mayor auge económico agroindustrial y que trajo el adelanto y modernización de San Pedro Sula y el desarrollo de pequeñas villas que poco a poco se convirtieron en cabeceras municipales prósperas: Villanueva, Potrerillos, Pimienta, Choloma, La Lima, Puerto Cortés, El Progreso, Tela, La Ceiba y las comunidades aledañas.

Leer el texto que narra las peripecias de los caminantes desde Ocotepeque hasta Pimienta, narradas con fluidez, sin rebuscamientos y con un lenguaje sencillo, coloquial, nos transporta, con agrado, a esa época en que el polo fundamental de atracción económica era la costa norte, fundamentalmente por la presencia de las dos grandes compañías bananeras: la Tela Rail Road Co. y la Standard Fruit Co.

La motivación para abandonar Ocotepeque, por parte del abuelo, no fue el deslumbramiento económico de la costa norte, sino la seguridad personal y de la familia, sometida a amenazas y persecución por parte de un gobierno de inicios de aquel siglo.

Por esa circunstancia deben salir a hurtadillas, sin que se supiera que abandonaban sus tierras y su casa, porque el régimen, por considerar al abuelo un opositor peligroso, trataba de encarcelarlo por cualquier pretexto.

El texto de Renán nos retrata una importante época en la historia de nuestro país y nos muestra un verdadero daguerrotipo en el cual podemos visualizar el paisaje de la época, el atraso en que vivían las otras comunidades que no formaban parte del emporio bananero, las relaciones obrero patronales, sobre todo la de los mandadores que sabían utilizar su poder e influencias para decidir por los demás y hacerse de las mejores y más bonitas muchachas de la comarca.

Es con esa lectura que yo descubro que Pimienta fue un puerto fluvial importantísimo y que su ruina vino como consecuencia de una severa inundación que provocó el Río Ulúa que destruyó el puerto y los principales negocios del lugar. También me enteré de que no necesariamente se podía triunfar en el seno de la Compañía, como se le conocía popularmente a la empresa bananera, sino también mediante el cultivo de las parcelas propias adjudicadas, en el caso de esta crónica, por la alcaldía de Villanueva, que permitió el asentamiento de importantes familias dedicadas a la agricultura y a la ganadería que convirtieron a Villanueva en un importante centro de intercambio comercial y de cultivos destinados a producir los granos básicos y los elementos esenciales para la dieta de los catrachos enrolados en las faenas del cultivo del banano.

Renán extiende la crónica de sus ascendientes con sus experiencias personales como reportero y cronista de Diario LA PRENSA, que nos fue mostrando imágenes indelebles del Lago de Yojoa de la época de su adolescencia, de su vida como estudiante normalista en la capital Tegucigalpa, incluida su visita al hombrón de Zambrano, como se le llamaba al general Carías, el dictador ya retirado del mando del país.

Otras estampas interesantes nos relatan hechos que fueron importantes noticias: el asalto por parte de Hanneman a un banco y cómo se embarcó en el avión comercial y lo secuestró para lanzarse, en paracaídas, en un lugar de Honduras.

La estampa del pelícano que acompañaba a los pescadores de Puerto Cortés y se convirtió en la mascota que se adentraba con ellos hasta alta mar. Lean el relato de su trabajo periodístico en El Salvador, cuando tuvo que adentrarse en territorio guerrillero para poder tomar fotografías, entrevistar a los líderes rebeldes para informar, con imparcialidad, los avatares de la guerra.

Renán hace un aporte significativo a la crónica en Honduras. Este libro podrá conducir, con su lectura, a obtener una visión muy cercana a la realidad de la Honduras del occidente y del norte de esa época en que los caminantes, desafiaron a la dictadura y emprendieron su viaje,verdadera odisea, hacia la costa norte, en donde se establecieron y procrearon una descendencia de la cual forma parte el autor.

El libro se cierra con la muerte de los padres de Renán, quienes también, de alguna manera, fueron pioneros y supieron forjar una familia que ha producido hombres y mujeres de gran valía en el devenir de Honduras en su camino hacia el progreso.

Yo invito a todos a leer este libro porque estoy plenamente seguro de que lo disfrutarán en grande y podrán enterarse de la Honduras de esos años que, desafortunadamente, ya no volverán.

Víctor Ramos es médico, especialista en anestesiología, excatedrático de la Unah, Premio Nacional de Literatura 2018 por decisión de un jurado calificador, autor de diversos libros y miembro de la Academia Hondureña de la Lengua