23/04/2024
12:01 AM

25 años con LA PRENSA

Roger Martínez

Tal vez debido a mi pasión por la docencia he querido siempre compartir y contrastar con otros ideas y puntos de vista, y fue eso lo que me movió, en octubre de 1993, a enviar mi primera columna a La Prensa y manifestarles mi deseo de que fuera publicada. Acababa de leer la Veritatis Splendor, un documento escrito por Juan Pablo II en el que recordaba la obligación que tiene el ser humano de seguir la ley natural y de asumir los principios morales y éticos como principio y motor de su conducta, entre otros planteamientos filosóficos. Glosé algunas de sus propuestas y le puse como título el mismo del escrito del entonces papa. Para mi alegría, no solo publicaron el artículo, sino que me invitaron a continuar colaborando con el diario como columnista semanal. Así comencé a escribir para el periódico más importante y leído en todo el territorio nacional.

Desde entonces he tenido la oportunidad de decir lo que pienso sobre un amplio abanico de asuntos, que van desde reflexiones sobre el comportamiento humano hasta la orientación familiar, pasando por la problemática educativa o la política nacional, sin que, y lo digo por aquello de la justicia, se me haya dejado de publicar una columna ni se me haya editado ningún texto, y con un escrupuloso respeto a mis posturas antropológicas, políticas o religiosas.

Obviamente, y como es lógico, no todos los que me han leído han compartido mis puntos de vista y, sobre todo desde que el correo electrónico existe, he recibido algún insulto o recriminación, aunque, en la mayoría de los casos, la gente que se ha tomado el tiempo y ha tenido la cortesía de escribirme ha sido para señalarme coincidencias e, incluso, para felicitarme y animarme a perseverar en esta tarea.

Así, se ha gestado un compromiso con los que me leen. Cada vez que me pongo a escribir pienso en ellos y me obligo a hacerlo con ganas o sin ganas, y sin que importe donde me encuentre o en qué condiciones de salud esté.

Mi asesora de vida, mi esposa, ha sido muchas veces casi coautora de esta columna.

Me ha sugerido temas, me ha ayudado cuando no encontraba un sinónimo adecuado -sobre todo antes de que existiera Google- y, por supuesto, me ha hecho ver cuando alguna ha resultado, bien redonda, bien escrita, con las ideas claras, o cuando le ha parecido que el artículo dejaba que desear porque le faltaba claridad o resultaba atropellado.

En esta especie de “bodas de plata” quiero decir gracias a los que me siguen, ahora también en Twitter, y a La Prensa por haberme acogido en sus páginas durante un cuarto de siglo, nada más y nada menos.