Hay que llegar al pandoro mayor, no hay que quedarse en las orillas, sino navegar hasta aguas profundas, de tal forma que los grandes tiburones sean atrapados y de sus mismas fauces sea sacado el oro que han tomado de las arcas del pueblo.
Es vergonzoso conocer los detalles de los monstruosos actos de corrupción que han drenado el erario hondureño, verdaderamente que la corrupción no tiene color político ni ideología, sino más bien una malévola necesidad de más y más.
Esta figura hiperbólica de la caja de Pandora surge como un mítico recipiente de la mitología griega tomado de la historia de Pandora, la primera mujer creada por orden del dios Zeus y que según la historia contenía todos los males del mundo.
Así que la caja al abrirse solo destapa lo malo de nuestros políticos, gobernantes y funcionarios, quienes siendo llamados a cuidar de lo que es del pueblo son los primeros desfalcadores del mismo, dejándose atrapar por las redes de la corruptela que tanto mal le hacen a nuestra patria.
En estas honduras no hay izquierda ni derecha, solo existen los de arriba y los de abajo, los de la Honduras de acá y los de la Honduras de allá, que ven esfurmarse como neblina de la mañana sus sueños de que sus recursos sean cuidados y utilizados en forma clara, transparente y con manos limpias.
Es tiempo de que adoptemos en las nuevas generaciones una cultura de integridad, honradez y probidad en el manejo de lo ajeno, sobre todo si eso le pertenece al pueblo, que está indefenso, por ejemplo, con pésimos sistemas de salud y educación; pero con gastos estratosféricos en armas de represión.
Que el brazo de la justicia se alargue y que no le tiemble la mano para dar a cada quien lo suyo, que la caja maloliente sea limpiada para siempre y que nunca más se permitan tales atrocidades contra nuestros ciudadanos.
