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Montes que se desvanecen

  • 29 junio 2018 /

En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora? Mat. 6-27.

¿Acaso mis ojos me engañan? Mientras conducía por un camino local que no conocía, las montañas que se veían iguales a las que había dejado atrás en Pennsilvania parecían ocupar todo el horizonte.

Solo podía pensar en los largos y sinuosos caminos que veía delante de mí, con subidas empinadas o tal vez kilómetros donde sortear dificultades en las laderas. No era para nada lo que yo deseaba ver, meditaba Nancy Clark.

Mi nueva vida en Michigan fue suficientemente complicada intentando hallar un nuevo empleo, iglesia, amigos, médicos y conexiones en la comunidad. Lo último que necesitaba era otra montaña que escalar, ya fuera real o en forma figurada, pero luego di otro vistazo.

Lo que pensé que eran montañas eran nubes de niebla que se elevaban desde el lago Michigan. Al conducir hacia ellas comenzaron a desvanecerse, se trataba de aire sin sustancia. Fueron mis temores los que las habían convertido en una amenaza.

Cuantas veces en mi vida me había preocupado por problemas que se avecinaban para descubrir finalmente que no eran tan difíciles. Y aun cuando fueran reales, ¿no era suficiente con el amor de Dios para vencerlos? Mantén los ojos puestos en el Señor, me dije, y hallarás la fuerza para allanar montes y colinas, Isaías 40:3-5.

Por lo general somos muy conscientes de cosas negativas que parecen suceder en nuestra vida, pero si solo confiamos en el Señor, muy pronto nos damos cuenta de que nuestros temores no tenían gran fundamento, igual que me pasó con los montes de Pennsilvania que se desvanecieron en mi camino.

Cuando nos sintamos abrumados por las dificultades de la vida recordemos que El Señor está siempre junto con nosotros.