Honduras apenas ha asistido a tres mundiales de fútbol en toda su historia, pero ello no ha limitado que hayamos tenido grandes definidores en el área de la corrupción. Para ello hemos sido estrategas de primer nivel, el endeble árbitro ni huele las movidas que han hecho nuestros gobernantes para jugar hasta en los tiempos extras de la impunidad.
Por décadas el erario ha sido el marco en el cual los corruptos han goleado a su merced, ya que la debilísima institucionalidad no ha logrado establecer estrategias defensivas para resistir el embate de tan temido contrincante. El equipo de la justicia día a día pierde estrepitosamente este partido, ya que las reglas del juego están determinadas por el equipo de corruptos, quienes a su vez son dueños del balón, del uniforme, y por si fuera poco también nombran a su antojo a la terna arbitral.
Así que los aparentes intentos de despertar del letargo rápidamente generan una respuesta desde la banca contraria que obstaculiza casi cualquier intento de hilvanación de jugadas que permitan acercarse en el marcador.
Ha sido un partido totalmente desigual en el cual los corruptos entran a la cancha con los mejores implementos mientras que doña justicia se hiere los pies descalzos en la árida tierra de la desesperanza, con el estómago vacío camina a paso lento con el dolor del olvido en sus espaldas. Y parte de lo lamentable es que muchos de los que señalamos solo hemos sido observadores pasivos desde la gradería de la indiferencia, atornillados en la zona de comodidad solo opinando de lo que otros debiesen hacer pero sin mover un dedo para que eso cambie.
Si no adoptamos nuevas y mejores estrategias de juego, los corruptos seguirán llenando sus vitrinas con títulos de muerte y violencia mientras pasivamente solo esperamos el pitazo final que marcará nuestro irremediable descenso a las ligas del subdesarrollo y del atraso, ¿lo permitiremos?