23/04/2024
12:01 AM

Guerra comercial y negociaciones

Juan Ramón Martínez

No es fácil mantener el pulso al momento de efectuar un análisis de la situación mundial. El liderazgo que ha ejercido Estados Unidos después de la derrota de Hitler, en la medida en que ha cambiado de estilo, ha tenido efectos estremecedores en el comercio mundial, en las relaciones diplomáticas e incluso en las elecciones de varios países de casi todos los continentes. Metodológicamente, las relaciones se establecían por medio del ejercicio de la diplomacia. Y esta era muy prudente, incluso, casi secreta. Kissinger fue el que le dio un aire público a las relaciones entre las potencias en discordia haciendo públicos sus viajes, dando declaraciones sobre sus pretensiones y, al final, haciendo públicos los acuerdos. El fracaso de la diplomacia se sabía, era el principio de la guerra. Y esta tenía una frontera: la distensión nuclear por medio del reconocimiento de los dos grandes adversarios: la Unión Soviética y Estados Unidos, que en una confrontación no habría ganadores.

Pero con la llegada de Trump a la presidencia de los Estados Unidos, las relaciones internacionales han cambiado mucho en cuanto al estilo se refiere. Son públicas las pretensiones de las partes y, además, cargadas de fuerte contenido amenazador. Es la popularidad de la antidiplomacia, sustituida por la amenaza inmobiliaria en que la negociación empieza desorbitada e incluso imposible para lograr acuerdo. Para al final, intercambiadas las amenazas, llegar a un acuerdo. Posiblemente esto tiene mucho que ver con la experiencia inmobiliaria del Presidente Trump y que le permitió, desde la amenaza, y la expresión fuera del cuadro normal, provocar miedo en el otro que, sin alternativa, aceptaba al final un acuerdo.

Este estilo de relaciones tiene en vilo al mundo comercial. Trump quiere recomponerlo, por medio de la supresión de los tratados multilaterales –específicamente los que le son desfavorables– sustituyéndolos por acuerdos bilaterales y el establecimiento por todos, de aranceles definidos. Y por supuesto, suprimiendo la OMC; desde esta agresiva visión particular no hay disputa que no se tenga que resolver con el otro, prescindiendo de cualquier tribunal que haga decisiones por encima de los intereses de los interesados. Es decir que es desde la tensión que provoca la amenaza, hacia abajo, que se hacen las negociaciones. Con ello ha disparado todos los mecanismos en uso. Mismos que han permitido que desde 1945, no se haya producido una guerra mundial. El conflicto con México y Canadá, los problemas con Europa y con Rusia, provocan preocupaciones fundamentadas, porque igual que en el pasado, las guerras comerciales han precedido a las grandes guerras. Hasta ahora, a Trump le ha funcionado: amenaza y al final, negocia al término medio. Como lo ha hecho con China e incluso con Corea del Norte. Pero Putin ha querido mostrar el músculo, haciendo una cita de Einstein: yo no conozco cómo se librará la tercera guerra mundial; pero la cuarta se hará con garrote y piedras. Es decir que Putin, con esto, quiere anticipar que una guerra nuclear, destruirá la civilización occidental.

Ahora bien, qué pintamos nosotros –las sociedades satélites– en este pleito entre los grandes. En términos comerciales, los argumentos de Trump para denunciar los tratados de libre comercio, de repente son justificados para valorar nuestras relaciones comerciales con los Estados Unidos. Pero como carecemos de fuerza para amenazar, porque si lo hiciéramos caeríamos en el ridículo, la única alternativa para que Estados Unidos negocie en términos favorables para nuestros intereses, es que le continuemos enviando población nuestra, que es rechazada por Trump y sus seguidores.

Pero como tal cosa no es honrada, tenemos que hacer un esfuerzo para desarrollar un nuevo discurso en que confrontemos los intereses de los Estados Unidos frente a los nuestros. Porque si no lo hacemos, la guerra comercial de Estados Unidos en contra de sus pares, en vez de beneficiarnos más bien nos afectará.

Y aquí, con un poco de talento, tenemos que ponerle precio a nuestras contribuciones a su seguridad. Porque no podemos continuar colocando todas nuestras posiciones a su servicio, a cambio de nada. Porque aunque nos queramos engañar unos con otros, viendo hacia el otro lado, le estamos sirviendo a Estados Unidos a cambio de su desprecio. Para disimular, solo saludos y promesas.