25/04/2024
09:47 AM

Álvaro Arzú, un hombre de carácter

“Arzú, personalidad ejemplar, carácter fuerte y conquistador del respeto de los guatemaltecos”.

Juan Ramón Martínez

Conocí a Álvaro Arzú cuando siendo presidente de Guatemala, los rotarios de Honduras lo invitaron para que viniera a hablarnos en una Jornada Distrital que se celebró en El Zamorano. Me tocó compartir tribuna con él. Inteligente, simpático y muy amigable, no andaba cargando la Presidencia de su país en la espalda. De forma que se comportó muy natural y franco e incluso bromista. En público, se quejó que le hubieran puesto a hablar después que lo hiciera yo. Nos reímos juntos porque los dos sabíamos que por razones de protocolo, él era un Presidente y, yo, un escritor y columnista. Al final, pude constatar que era un buen orador, excelente tono de voz, firme en sus ideas y muy ordenado en la exposición argumental. Y posiblemente, lo más importante: un ser humano, cercano y normal, con el cual se podían intercambiar bromas y chascarrillos.

Lo recuerdo ahora, poco después que me ha estremecido la noticia de su muerte ocurrida en Ciudad Guatemala, en donde se desempeñaba como alcalde en su quinto período. Porque amaba tanto su ciudad que, habiendo sido alcalde primero, después Presidente, continuó sirviendo a su ciudad. Al dejarla volvió a presentarse como candidato. Estaba en su quinto período, el tercero consecutivo. El orden de la ciudad, el manejo del tráfico e incluso la seguridad, es bastante obra de este hombre que, además de las virtudes que he indicado anteriormente, tenía un carácter fuerte. Una de sus expresiones más duras, cuando estaba en la orilla de la indignación, es que así como había firmado la paz con la guerrilla de Guatemala, podía iniciar la guerra. La profirió cuando el “colombianito” Velásquez, el virrey que ha puesto la ONU para alterar la institucionalidad de Guatemala y mantener la inseguridad en la tierra de la eterna primavera, lo acusara de usar dinero mal habido en su última campaña electoral. Llegó a las oficinas del líder de la misión de la ONU en Guatemala a reclamarle airadamente, incluso, inició la campaña que casi provoca la expulsión de la Cicig. Transformándose en defensor del presidente Morales, cuyo régimen precariamente dirige el país, hostigado por este exfiscal colombiano que se ha convertido en la práctica, en quien determina si los guatemaltecos dormirán tranquilos o no. Álvaro Arzú entendió el peligro que para la institucionalidad tienen estas misiones, propias de un país en proceso de descolonización, nunca para una sociedad compleja pero con personalidad como la guatemalteca.

Alvaro Arzú no ha estado equivocado en su oposición a Velásquez, el virrey colombiano. Entendió, igual que Uribe, el peligro de la intervención externa en los asuntos propios de Guatemala. Y supo muy bien apreciar que Centroamérica es una subregión que no goza de mayor respeto y consideración de los sudamericanos que creen que todavía estamos en tiempos de la conquista. De allí que, el más fiero opositor a Velásquez en Guatemala es el fallecido Alvaro Arzú, que sin duda tendrá discípulos para continuar en esta lucha por la defensa del derecho de los guatemaltecos, incluso a cometer sus propios errores.

En la oportunidad de su fallecimiento, quiero resaltar su carácter fuerte, su firme visión nacionalista y su personalidad ejemplar que, en la defensa de lo suyo, tuvo la disposición de enfrentarse a los mayores riesgos, conquistándose a cambio el respeto de los guatemaltecos. En Honduras le recordaremos, especialmente porque igual que su patria Guatemala, también nosotros estamos asediados por una embestida en la que no nos quieren dejar siquiera elegir a nuestros gobernantes. Supe que cuando aquí una funcionaria de la ONU dijo en un informe que la OEA no había reconocido las elecciones de Honduras, sonrió y dijo: vean en qué dirección está soplando el viento. Hay algunos colombianos que quieren quedarse con Centroamérica. Y si cae Guatemala, la próxima será Honduras y Nicaragua, por supuesto.

Desde el respeto, me descubro al momento de la muerte de álvaro Arzú, convencido que fue un gran rotario, un centroamericano orgulloso y, fundamentalmente, un hombre de carácter que en la defensa de sus ideas, sus principios y su libertad, tuvo el carácter para enfrentarse, incluso, con la tendencia infantil de los centroamericanos de continuar estregando la definición y solución de nuestros problemas en manos de los extranjeros que no solo vienen a ayudarnos, sino que incluso quieren suplantarnos.