17/04/2024
09:39 PM

Escuchando a Walter Polanco

“Si queremos cambiar al país necesitamos nuevo liderazgo articulado con las bases y escuchándolas”.

Juan Ramón Martínez

Vamos para Santa Rosa de Copán y nos detenemos en una gasolinera, en Gracias. Hablo brevemente con dos técnicos que están midiendo el octanaje de los combustibles. Como son muy atentos, dudo que sean funcionarios públicos. Estos creen que son dueños de nuestras vidas. En efecto, son de la empresa que vende los productos de los que hacen uso los conductores. A la tienda de conveniencia entramos por refrescos y, mientras busco otra cosa qué comprar, una persona muy amable me reconoce y con natural simpatía me extiende la mano. Me da su nombre: Walter Polanco; y me informa que es el dueño del negocio, y que quien atiende en la caja es su esposa. Es un hombre joven, con un apellido que me suena: es hermano de otro Polanco, a quien conocí y que fuera diputado. Soy liberal, me dice, entrando en confianza mientras nos sentamos. Me simpatiza y le simpatizo. Su conversación es fluida y su manejo del lenguaje –típico de un comerciante occidental– apropiado para una comunicación con una persona que él sabe que vive en Tegucigalpa y que aparezco en la televisión, en los programas de Canal 10, Televisión Educativa Nacional. Como veo que se siente bien conmigo, le empiezo a preguntar sobre la situación económica. Me dice que está difícil; pero observa que hay tendencias favorables que indican que las cosas pueden mejorar. Celebra la seguridad de la zona y me hace recomendaciones cuando le pregunto sobre la aldea de Las Flores, en donde hace algunos años se cultivaba tomate financiado por los salvadoreños. Me dice que la alianza se ha interrumpido; que el comedor que yo recuerdo que ofrecían pescado en el desayuno, ya lo cerraron. Ante mi desilusión, me recomienda otro cuyo nombre, por más que me esfuerzo, no recuerdo.

Como es inevitable, terminamos hablando de política. Me ratifica su militancia liberal y cree que los que se fueron con Manuel Zelaya tras su aventura socialista regresarán al partido. Cuando le digo que están perdiendo el tiempo, me dice que no buscarán líderes porque estos están perdidos, buscarán las bases.

Le aconsejo que mejor trabajen con los jóvenes, cuyo número es creciente, y que si los atraen pueden detener el proceso de destrucción del Partido Liberal. Cuando le pregunto sobre Luis Zelaya dice que lo siente “poco cercano”. Y como dudo, le pregunto que compare a su líder conmigo. Me dice: Usted da confianza, se acerca a uno, le da el sentimiento como que si nos conociéramos desde hace muchos años. Entonces, le pregunto, usted tiene más confianza conmigo que con Luis Zelaya. Me responde que sí. No le digo, pero pienso que esto lo debo comentar con el excandidato liberal, porque el futuro democrático pasa porque la alternabilidad del poder sea entre liberales y nacionalistas. Le digo que el socialismo es otra cosa.

Me cuenta que con su familia vacacionó en Cuba. Fue con dos hijos. Llegaron a Copelia a comprar helados; pero el acompañante cubano no podía hacerlo porque debía hacer una cola diferente. Y cuando fueron a comer a un restaurante, al cubano no le querían servir. Y como la comida era abundante pidieron que les prepararan lo sobrante para llevarlo, pero no lo quisieron hacer porque sabían que se lo regalarían al cubano. Pocas veces había oído de un liberal, con sensibilidad y capacidad observadora, opinar sobre el fracaso de un modelo que los inocentes creen que con Zelaya Rosales repetirán en Honduras. Cuando termina de hablar, Walter se siente sorprendido porque le he escuchado con atención. Y como he quedado intrigado con el comportamiento distante que también he constatado en Luis Zelaya –por cierta timidez e inseguridad– le pregunto a Polanco si esta historia de Cuba se la ha contado al excandidato suyo, “Mr., dice, claro que no. Si lo hubiera intentado, no me habría prestado atención; se habría levantado dejándome con la palabra en la boca”.

Polanco no sabe la gran lección de ciencia política que me ha dado. Por eso lo cuento con tanto gusto, para entender que, si queremos cambiar al país necesitamos un nuevo liderazgo articulado con las bases, escuchándolas respetuosamente como pide Polanco. Es fácil.