18/04/2024
06:52 PM

Dos buenas noticias

En Italia una ley recientemente aprobada abre la puerta a la eutanasia.

Hay semanas en que no gana uno para sustos. Hay otras en que los disgustos son suavizados por noticias buenas e incluso muy buenas. Quizá porque no abunden, merece la pena destacarlas cuando se producen. Por ejemplo, la carta del secretario de Estado, cardenal Parolín, al congreso organizado por la Pontificia Academia para la Vida sobre los tratamientos paliativos del dolor. O el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por monseñor Ladaria, sobre la salvación en Cristo a través de la Iglesia.

Para algunos sectores de la Iglesia, Parolín tiene muy mala fama. Personalmente me he ganado muchas críticas por defenderle. Considero que, sin ser perfecto y con dudas en cuestiones como la negociación con los comunistas chinos, lo está haciendo razonablemente bien. Ya intervino, matizando acertadamente, en temas complejos como la acogida de los emigrantes y la situación en Venezuela. Ahora lo ha hecho con la cuestión de los tratamientos a aplicar en la última etapa de la vida humana. En Italia, una ley recientemente aprobada abre la puerta a la eutanasia permitiendo que al anciano o al enfermo, bajo determinadas condiciones, se le sede de forma definitiva mientras se le retira todo tipo de asistencia (medicinas, alimentación, hidratación, respiración asistida…); es una forma de dejarle morir sin que se entere porque está sedado. Muchos sectores católicos protestaron contra esa ley que, en cambio, fue bien vista por un sector del episcopado. Parolín ha puesto las cosas en su sitio y en la carta que ha enviado a la clausura del congreso sobre cuidados paliativos ha dicho que esa sedación es válida solo para casos extremos y ha defendido la más clásica postura católica, que ha distinguido siempre la eutanasia -que no puede ser justificada nunca- del encarnizamiento terapéutico y que no rechaza la posibilidad de aliviar el dolor al enfermo.