Llama la atención la publicación del Informe Mundial de la Felicidad del año 2018, donde sitúan a Honduras como uno de los países infelices del mundo y el más desdichado de Centroamérica. Aunque estos resultados de quien es feliz o no son subjetivos, pues la felicidad no se puede medir, ya que es cualitativa y no cuantitativa, además estos son efectos y la información se vuelve especulativa cuando estos informes se quedan en cifras, pues a Honduras le acreditan el puesto 72 del resto del mundo y el uno como el más desventurado de estas cinco naciones.
Estos resultados son una burla para los países pobres del planeta, donde les aplauden a las potencias mundiales y se burlan de los miserables. La pobreza es un indicador de esta infelicidad, pero la peor causa tiene sus raíces en la corrupción predominante para que estas naciones se mantengan en una sociedad de zozobra y los señalen como los más infelices. Los organismos internacionales son los artífices de esta tribulación, que oprimen a los países miserables con todo tipo de groseras medidas económicas, políticas y sociales.
En el caso de Honduras, un país con una deuda externa impagable de 10,600 millones de dólares en el año 2017 y con un incremento anual incontrolable, donde la mayoría de los gobiernos de turno se han enriquecido, volviendo más millonarios a los ricos corruptos y empobreciendo aún más a los 8,300,000 habitantes.
Como muestra: el gobierno nacionalista del expresidente Porfirio Lobo, donde el descalabro de los 7 mil millones de lempiras del saqueo del Instituto Hondureño del Seguro Social. Más la malversación millonaria del caudal público del cual es señalada la ex primera dama, “la Rosita”, son causas palpables para que haya tanto infeliz en un país llamado Honduras.
