25/04/2024
08:32 AM

Mundo maravilloso

  • 17 noviembre 2017 /

“Veo árboles de verde, rosas rojas también, las veo florecer, para ti y para mí... Veo cielos de azul, y nubes de blanco, el brillante día bendito, la oscura noche sagrada, y me digo a mí mismo, qué mundo tan maravilloso”, dice parte de la famosa canción de Louis Armstrong, “What A Wonderful World”, acaparada por una campaña publicitaria de turismo. Y ahora yo me digo a mí mismo: tiene toda la razón, ¡qué mundo tan maravilloso! Lo trágico es que muchos —aunque concordando también con la canción—, con ahínco y tesón no se detienen en su afán de desvirtuar lo que esta entona. Es decir: trabajan arduo para alterar la verdad de lo que expresa o para quitarle la virtud, la sustancia y el vigor al objeto que inspiró su lírica.

Y esto lo hacen no solo concretamente al consumir, explotar, devastar, desobedecer (o no acatar, no practicar, desinteresarse), o al no dejar descansar la tierra como tal y a los animales. Sino también al discriminar, al odiar, al someter, al estafar, al querer siempre estar peleando con los demás simplemente para darle gusto a un egoísmo congelado, que hasta a su mismo portador llega a suprimir. Y la pregunta es, ¿por qué?

La canción sigue diciendo: “Los colores del arco iris, tan hermosos en el cielo, están también en las caras de la gente que pasa. Veo amigos dándose la mano. Diciéndose: ‘¿Cómo estás?’. Realmente se están diciendo, ‘te amo’. Oigo a los bebés llorar, los veo crecer, aprenderán mucho más, que nunca lo sabré. Y me digo a mí mismo, qué mundo tan maravilloso”. Y de nuevo la pregunta, ¿por qué, querido lector? ¿No es mucho mejor todo esto? ¿No es en realidad maravilloso nuestro mundo? ¿Qué es lo que impide, entonces, hacer lo correcto, lo que de verdad le traería un beneficio al ser y a la vida? ¡No nos dejemos engañar, por favor! Todavía estamos a tiempo. Cuidemos de nuestro mundo, que todavía es maravilloso.