17/04/2024
10:06 PM

Tiempos peligrosos para Trump y para EUA

Es posible que la presidencia de Trump se esté desintegrando, tambaleándose hacia la entropía.

Al despedir a James Comey como director de la FBI, el presidente Trump echó a andar el nombramiento de Robert Mueller como consejero especial el miércoles por la noche. Mueller es una pesadilla de Trump: un profesional que dirigió a la FBI durante 12 años y a quien se respeta ampliamente en ambos partidos en Washington debido a su competencia e integridad. Si Trump pensó que se estaba quitando una espina al despedir a Comey, ahora enfrenta un bosquecillo de cardos.

Una lección crucial: importa la presión. Fue la opinión pública la que detuvo el esfuerzo republicano por revocar el Obamacare y es, en parte, la opinión pública la que asegurará la integridad de esta investigación.

Si bien el Departamento de Justicia no precisamente cedió ante las encuestas de opinión, sí importa de verdad que una mayoría de los estadounidenses quieren que se investigue y se quite esta nube sobre nuestra Presidencia; las decisiones legales evolucionan en un contexto político. Hay que mantener esa presión, ya que los meses que vienen pueden ser particularmente peligrosos.

Claro que no sabemos qué encontrará Mueller, y Trump ha reiterado su negación de que haya habido alguna colusión con el Kremlin. Algunos demócratas parecen suponer que una investigación probará un acuerdo secreto entre Trump y Vladimir Putin, pero muchas personas inteligentes con las que yo hablo se preguntan si terminará más gris. Prevén evidencia de colusión de los asesores de Trump y de los caminos financieros que vinculan a Moscú con Trump y su campaña, pero quizá ninguna prueba de un “quid pro quo” que involucre al propio Trump.

Los asesores más en riesgo pueden ser Paul Manafort y Mike Flynn, y NBC está reportando que se han emitido múltiples citatorios para que se entreguen los expedientes que los involucran.

Además, “The Washington Post” reportó el miércoles en una asombrosa grabación en la que el líder de la mayoría en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, declaró en junio pasado que creía que Putin financiaba a Trump. Al hablar con el presidente de la Cámara, Paul Ryan, y otros líderes dijo McCarthy: “Yo creo que Putin le paga” a Trump. Cuando la gente se rio, McCarthy rápidamente añadió: “¡Lo juro por Dios!”.

Ryan hizo jurar a los presentes que guardarían el secreto. “Sin filtraciones”, dijo. “Así es como sabemos que aquí somos una verdadera familia”.

Cuando “The Post” les preguntó a Ryan y McCarthy sobre las declaraciones, lo negaron rotundamente en sus oficinas. Cuando se les informó que “The Post” tenía una grabación, se retractaron y sugirieron que había sido una broma.

Si no es humor, esto es extraordinario: la dirigencia de la Cámara de Representantes republicana sugirió que Putin tenía a Trump en su nómina y era algo que debía mantenerse en secreto, ¡incluso mientras vociferaban sobre los correos electrónicos de Hillary Clinton!

(Un comentario: gracias a Dios por la batalla que se está desarrollando entre “The Washington Post” y “The New York Times”. Este es el mejor tipo de guerra de periódicos que mantiene a Estados Unidos en orden. He sido muy crítico de la cobertura que hicieron los medios de la campaña presidencial, pero la rigurosa cobertura de Trump desde que asumió el cargo ha hecho que me sienta orgulloso de ser periodista. Y gracias a todos esos ciudadanos que se han suscrito a agencias de noticias en los últimos meses, reconociendo que las suscripciones son el precio de una democracia.

No obstante, hay peligros por delante. Uno es que Estados Unidos estará incapacitado y paralizado por la investigación de Mueller y las sospechas – esto explica, en parte, la gran caída del mercado de valores el miércoles – y las potencias extranjeras pueden aprovecharse de esto para emprender sus propias travesuras. A mí me preocuparía Rusia tanto en Ucrania como en los países bálticos, y debemos dejar claro que trabajaremos con los aliados para responder en especie.

Otro peligro es el riesgo de un líder errático, asediado y paranoico dentro del país, que puede sentir que, de todas formas, se está yendo por el caño. En política interior, el Congreso y los tribunales restringen a los Presidentes en cuanto al daño que pueden causar, pero en política exterior, un Presidente tiene, en su mayor parte, mano libre, y la capacidad para lanzar ataques nucleares que, prácticamente, podrían destruir al mundo.

En 1974, cuando se estaba colapsando la presidencia de Richard Nixon, él estaba bebiendo muchísimo y a sus asesores les preocupaba que se estuviera volviendo inestable. Por temor a lo que pudiera salir mal, James Schlesinger, su secretario de la Defensa, instruyó secretamente al Ejército para que no ejecutara ninguna orden de usar armamento nuclear que saliera de la Casa Blanca, a menos que la confirmaran él o Henry Kissinger.

Fue algo inconstitucional y sabio.

Schlesinger también preparó planes secretos para desplazar tropas en Washington en el caso de que hubiera problemas con la sucesión presidencial.

No sabemos cómo va a responder Trump en los próximos meses y esperemos que todo vaya viento en popa. Sin embargo, como con las medidas de Schlesinger, es sensato estar preparados.

Ha habido llamados a los asesores de Trump para que dimitan en lugar de arruinar su reputación, pero yo espero que los adultos – H.R. McMaster, Jim Mattis, Dina Powell, John Kelly, Rex Tillerson – aprieten los dientes y sobresalgan. La Casa Blanca nunca antes había necesitado más de la supervisión de los adultos.

El gabinete tiene el poder constitucional de remover a un Presidente por mayoría de votos, de conformidad con la Enmienda 25 (si protesta el Presidente, se deberá confirmar con la votación de dos terceras partes de cada cámara del Congreso). Esa votación es poco probable, pero en el caso de una crisis, como la que imaginó Schlesinger, sería esencial.

Yo espero que los miembros del gabinete tengan a la mano los números de los teléfonos celulares unos de otros en caso de que sea necesaria una reunión de emergencia para nuestra nación.