A través de mi vida he tratado de ser una persona positiva, de ver el lado optimista de las cosas, muy alegre, de reírme con grandes carcajadas, de buscar soluciones, de ayudar al que está a mi lado, de gozar con los que ríen y de llorar con los que lloran, de trabajar arduamente (últimamente ya no puedo trabajar como lo hacía antes) y sobre todo, de conocer y amar a Dios.
Pero he fallado en muchos aspectos y por eso estoy aprovechando mi columna para pedir perdón primeramente a Dios, a mis hijos, nietos y bisnietos, al resto de la familia, a mis amigos y lectores. Mi corazón se encuentra contrito y apesarado.
Pude haber hecho mejor las cosas. Mis prioridades talvez no fueron las más acertadas. Pude haber sido menos egoísta, menos orgullosa, menos sensual, menos vanidosa. Pude haber sido más paciente, más tolerante, más humilde, más servicial, más escuchadora, más sensible, con más empatía.
Pude haber determinado mejor al pobre y al necesitado, pude haber amado más a Dios y a mis semejantes, pude haber profundizado los problemas de mis hijos, de mis nietos y de mis bisnietos, pude haberme preocupado más cuando mis amigas me necesitaban, pude haber mejorado la condición de los trabajadores, pude haber sido más expresiva en mis demostraciones de cariño con la familia, amigos y todos en general. En fin, PUDE HABER SIDO MEJOR mujer, madre, amiga, abuela y cristiana.
La vida para mí debería haber sido más significativa, más sublime, más responsable, más caritativa, más productiva, más humilde...
Por eso, nuevamente pido un perdón humilde y sincero a todos. Mi único consuelo es que Dios sabe que sí he tratado de caminar con él desde hace muchos años, ha visto cómo he luchado y puede comprobar la verdad de mi corazón y de mis intenciones. PERO SOBRE TODO CONFíO EN SU BONDAD...