23/04/2024
02:36 AM

La oposición fija posición

Víctor Meza

En medio de un derroche de algarabía y optimismo, los tres partidos políticos de la oposición – LIBRE, PAC y PINU – confirmaron ya oficialmente su decisión de conformar una alianza a nivel nacional, para enfrentar en las urnas al candidato del continuismo e impedir, con la fuerza de los votos, la consumación de otro fraude electoral que respalde la ilegal reelección presidencial.

Esta triple alianza, a la que se han sumado dos pequeñas facciones de los partidos tradicionales liberal y nacional, aspira a reunir en su seno a todos los electores que se oponen a la continuación del régimen actual. Esta Alianza, que debería llamarse Alianza Opositora Nacional (AON) y no, como algunos ya insinúan, Alianza Nacional Opositora (ANO), por aquello de la malvada tendencia a jugar con las siglas y utilizar los manejos lingüísticos con fines de descalificación perversa y denigrante, se convierte así en una fuerza política de primera importancia en el escenario local, un actor clave para definir el resultado final de las elecciones generales del último domingo de noviembre de este año.

No es casual que ya el oficialismo reeleccionista haya empezado a descalificar el significado de esta importante iniciativa de los sectores y fuerzas opositoras en el país. La descalificación se manifiesta por diversas vías. Una de ellas, la más común y simplista, es la de introducir la duda y la desconfianza entre los actores de la plataforma unitaria, generando opinión favorable para tal o cual posible candidato presidencial de la Alianza.

La otra vía, más cautelosa y encubierta, es la de presentar al actual gobernante como si fuera un candidato imbatible, respaldado por una maquinaria perfecta de funcionamiento partidario. Mientras la primera vía persigue el objetivo de atizar las discrepancias y celos personales entre los posibles candidatos de la AON, la segunda busca desmoralizar a los opositores y generar un clima artificial de derrotismo e impotencia. Ambas iniciativas tienen el sello, voluntario o involuntario, del proyecto oficialista para perpetuar en el gobierno a los actuales gobernantes-.

Hay que tener mucho cuidado con tales iniciativas. Pero también, eso sí, hay que cuidarse mucho de la tentación triunfalista, la que ya asomó su perfil en la reciente asamblea del partido LIBRE, de la misma forma que mostró su potencial paralizante en las últimas elecciones de noviembre de 2013.

El triunfalismo, especie de manifestación infantil del entusiasmo desmedido y el optimismo desbocado, tiene varias consecuencias negativas en el espíritu y la conducta de los partidarios y simpatizantes. En primer lugar, el triunfalismo, en tanto que expresión incontrolada de certidumbre en el triunfo, paraliza las energías y reduce la eficacia del activismo político. Convencidos de la inminencia de la victoria, los militantes disminuyen el ritmo de su actividad proselitista y se dedican a esperar la derrota del adversario.

Sin darse cuenta, se desmovilizan y disminuyen la intensidad del esfuerzo electoral. Al mismo tiempo, en segundo lugar, el triunfalismo estimula y facilita las discrepancias internas por el reparto de las cuotas de poder. Ante la certeza ingenua del triunfo, los militantes proceden a la distribución anticipada y caótica del poder que aún no se ha ganado, pero sobre cuya posesión ya existe, de antemano, una convicción completa. Craso error. Al final, la vocación triunfalista divide y desmoviliza, genera inercia e inmovilismo. Mucho cuidado con ello.

La alianza de la oposición es un paso adelante muy importante en el esfuerzo nacional por detener el continuismo y frenar su manifestación abierta, la reelección ilegal. Por lo mismo, es importante gestionar con habilidad y prudencia política el manejo de la oposición unida. Se hace necesario diseñar desde ya una plataforma mínima de puntos, en los que se manifieste con más fuerza el consenso y la coincidencia, una especie de agenda resumida que permita acuerdos básicos para obtener consensos mínimos. Es la ciencia de la política, una vez que se entiende que también es un arte.

Hay optimismo entre la masa opositora. Es genuino y hasta necesario. Pero hay que estar alertas, vigilantes y atentos, para no permitir que las corrientes lógicas del entusiasmo y la alegría, terminen, al final, convertidas en olas incontroladas de triunfalismo y optimismo desmesurados. La euforia, bien administrada, puede y debe rendir buenos frutos en política. En cambio, el triunfalismo, con rienda suelta y sin límites, puede terminar como el caballo de García Lorca: “caballo que se desboca/ encuentra por fin el mar/ y se lo tragan las olas…”