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Pablo VI, mensaje

  • 19 octubre 2014 /

Hay un punto de su enseñanza, menos conocido, que merece la pena destacar porque ilumina muy bien lo que está sucediendo en este momento en la Iglesia. Era la solemnidad de San Pedro y San Pablo de 1972. Pablo VI llevaba ya nueve años gobernando la Iglesia y habían transcurrido siete desde la clausura del Concilio.

Aún le faltaban otros seis para entregar su alma a Dios, el 6 de agosto de 1978, aunque eso, lógicamente, él no lo sabía. Estaba, pues, a la mitad de su pontificado. Había tenido ocasión de impulsar las principales reformas emanadas de los decretos conciliares y también de darse cuenta de la deriva en que se estaba introduciendo la Iglesia. En ese momento y en ese contexto, Pablo VI sorprendió a todos con este discurso:

“Ciertas corrientes sociológicas de hoy tienden a estudiar a la humanidad, mientras que prescinden de ese contacto con Dios. Por el contrario, la sociología de San Pedro y la sociología de la Iglesia estudian a los hombres señalando precisamente este aspecto sagrado de la conversación con lo inefable – con Dios, con el mundo divino. Se diría que a través de alguna grieta ha entrado, el humo de Satanás en el templo de Dios.

Hay dudas, incertidumbre, problemática, inquietud, insatisfacción, confrontación. Ya no se confía en la Iglesia, se confía más en el primer profeta profano —que nos viene a hablar desde algún periódico o desde algún movimiento social— para seguirle y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida; y, por el contrario, no nos damos cuenta de que nosotros ya somos dueños y maestros de ella. Ha entrado la duda en nuestras conciencias y ha entrado a través de ventanas que debían estar abiertas a la luz: la ciencia.