19/04/2024
10:25 AM

De colaboradores y colaboracionistas

San Pedro Sula, Honduras.

El filósofo español José Antonio Marina, en su excelente libro “La pasión del poder (Teoría y práctica de la dominación)”, traza una línea divisoria muy clara entre los dos conceptos y apunta con claridad: “El lenguaje, con su gran sabiduría, distingue entre “colaborador” y “colaboracionista”. Ambos trabajan con otros para conseguir una meta común, pero el colaboracionista lo hace con quien no debe. Me preocupa la facilidad con que podemos ser “colaboracionistas inconscientes”, y ayudar a la reproducción de sistemas de poder injustos”.

Y eso es, precisamente, lo que sucede aquí en el escenario local con la llamada “oposición” liberal. Los liberales, unos de manera consciente y otros, la mayoría supongo, de manera inconsciente, se han convertido en colaboracionistas, creyendo, los más, que eran simples colaboradores del partido de gobierno en aras de mantener vigente una gobernabilidad, tan etérea como falsa. Al final, los liberales, mutados en colaboracionistas del régimen azul, ayudan al mantenimiento y reproducción del actual sistema de poder y del gobierno que los margina, rechaza y humilla con demasiada frecuencia.

Los artífices de la publicitada alianza entre nacionalistas y liberales son los mismos que, erigidos en “estrategas de la derrota”, condujeron al partido y a su candidato presidencial al fracaso y la debacle electoral de noviembre de 2013. Son los colaboracionistas conscientes que, preocupados por salvaguardar los intereses propios y los de su grupo elitista, no vacilan en utilizar y sacrificar al partido y a la masa de militantes despistados que siguen creyendo que son colaboradores y no colaboracionistas, y que su apoyo y respaldo al gobierno nacionalista es un sacrificio a favor de la paz social y la tranquilidad política que la patria necesita. ¡Ah, ingenuos que son!

En una sociedad democrática, la oposición, para serlo de verdad, debe ser opción. Es decir alternativa, propuesta diferente y novedosa, solución distinta. Si, por el contrario, se limita a dar apoyo y avalar las iniciativas y maniobras políticas de su aliado, en este caso el Partido Nacional, entonces esa supuesta oposición se convierte en simple comparsa, en instrumento, en un club de tontos útiles. Los opositores, reales o supuestos, una vez convertidos en colaboracionistas, inconscientes o no, pierden su naturaleza esencial y se vuelven incapaces de conformar una verdadera oposición. El colaboracionismo los desnaturaliza como opositores reales y les transforma en herramienta política instrumental. En eso precisamente han quedado convertidos los liberales, por lo menos en lo que a la instancia parlamentaria se refiere.

En los próximos días, el Congreso Nacional deberá entrar en una nueva fase de análisis y debate, esta vez en torno a temas que sí tienen real trascendencia para el destino político del país, tanto a corto como a mediano y largo plazo. Asuntos tales como la reforma electoral (incluyendo la posibilidad concreta de discutir y aprobar una nueva Ley Electoral y de las Organizaciones Políticas) o la posibilidad de permitir la reelección presidencial, son temas de mucha importancia y, a no dudarlo, producirán fuertes y peligrosas fisuras en el engranaje político local. Los intereses que están en juego son muchos y muy sensibles. Los personajes involucrados tienen fuertes influencias y mucha capacidad de maniobra y cabildeo. Las negociaciones, que ya comenzaron y están en plena marcha, siguen la vieja tradición bipartidista de la secretividad y el encierro en tertulias caseras, sin dar la cara al público ni mostrar las verdaderas intenciones de cada quien. El viejo método de la conspiración doméstica, la misa negra de fin de semana o las zancadillas inesperadas por debajo de la mesa, sigue imponiéndose, ocultando a la opinión pública el verdadero trasfondo de las maniobras políticas, casi siempre inspiradas y orientadas a preservar el obsoleto sistema político electoral y conservar saludable al hoy felizmente agonizante esquema de partidos tradicionales.

Hoy más que nunca se vuelve necesaria una verdadera alianza opositora que sea capaz de colocar el palo en la rueda de la conspiración bipartidista. Una fuerza de oposición que refleje en la praxis legislativa y parlamentaria el mandato real que los electores impusieron en las urnas en noviembre del año anterior. Una oposición que sea opción democrática frente al autoritarismo oficial, que sea alternativa republicana frente a los delirios dictatoriales, que sea solución política ante la remilitarización creciente que sufre el Estado y la sociedad.

Para formar esa oposición se necesitan verdaderos opositores y no falsos colaboradores. Se requiere desenmascarar a los colaboracionistas y a los titiriteros que les manipulan y utilizan. Es preciso deslindar los campos y trazar la línea divisoria: aquí - junto a la democracia - los opositores y allá – junto a la tradición y el atraso - los colaboracionistas.