25/04/2024
05:08 PM

Mi sobrino

San Pedro Sula, Honduras.

Soy sacerdote católico. Pertenezco a la diócesis de San Pedro Sula. Hace pocos días he tenido la alegría de asistir al nacimiento de mi sobrino Josué Felipe. Sus papás, mi hermano y mi cuñada están muy emocionados y contentos por esta nueva vida que Dios les ha encomendado. Como sacerdote tío, me ha tocado apoyarlos y cuidar de mi sobrino. Tener esta pequeña vida en las manos me hace reflexionar en tres realidades que comparto con los lectores:

1. La fragilidad de Jesús cuando era un recién nacido. Es una maravilla pensar en ello, pues no comprende solamente el misterio de la Navidad (su nacimiento), sino el misterio de la debilidad, de la fragilidad, de la “dependencia” de Dios que se expresa en la absoluta dependencia de un niño pequeño, de un tierno que, como todo niño de meses, depende absolutamente del cuidado, el amor y la diligencia de sus padres. Es ciertamente maravilloso que Dios, siendo Dios, se haya hecho uno de nosotros en la pequeñez de un niño, por puro amor.

2. La realidad de tantos bebés que no llegan a abrir los ojos para recibir la luz de día. En Honduras, a pesar de que el aborto es un delito, es un “delito de papel mojado”, pues no se persigue ni se previene. Abundan las clínicas abortistas clandestinas en nuestro país, amén de los sinvergüenzas que se prestan a practicar el aborto en su profesión de médicos o enfermeras, que son profesiones que deben estar al servicio de la vida, no de la muerte. También preocupa cómo muchas madres abandonan a sus hijos recién nacidos o éstos no cuentan con las atenciones necesarias de salud, alimentación o limpieza que necesitan, debido muchas veces a la pobreza de sus padres.

3. La Iglesia siempre defiende la vida y todo cristiano debe hacer lo mismo. No debemos permitir que el Estado desampare a los pequeños, pues tiene la obligación de cuidar la vida de los pequeños nuevos hondureños desde el momento de la concepción, con las leyes y los establecimientos de salud y asistencia social adecuados. San Juan XXIII, en su encíclica Pacem in terris, al enumerar los derechos humanos fundamentales, afirma que no solamente se tiene derecho a la vida; añade que también existe un derecho “a la integridad corporal y a los medios necesarios para un decoroso nivel de vida” (n. 11). Es decir que no basta traerlos al mundo, pues desde la concepción tienen derecho no solo a la vida, sino, por ejemplo, a tener un papá y una mamá. Me duele ver a muchas madres solteras criando solas a sus hijos, pero también es una maravilla cómo se sacrifican, luchan, trabajan y lloran por sus hijos. Es necesario promover una paternidad y maternidad conscientes.

Qué hermoso, qué maravilla es contemplar una nueva vida y descubrir en Jesús y por Jesús, que lo que le da sentido a esta pequeña vida es el amor.