25/04/2024
07:05 AM

¡Qué fin de semana!

    Honduras.

    No abarcan suficientemente la tragedia los adjetivos que podamos utilizar para calificar los dos accidentes de tráfico ocurridos el fin de semana en los que el número de víctimas se eleva a veinte. Es más que preocupante que en el primer semestre del año se registren medio millar de muertos por accidentes en carreteras.

    En Comayagua, el domingo, lo mismo que en el sector de Caracol, en el municipio de Potrerillos, el exceso de velocidad y una maniobra imprudente bastaron para marcar el fin de vidas inocentes y llevar el luto y el dolor a decenas de familias. No siempre el uso del lenguaje proporciona el significado correcto, pues en ambos casos el accidente sería llegar sano y salvo a destino sin haber causado mal a otras personas.

    La campaña nacional de prevención queda reducida a los cuatro días de la Semana Santa, lo mismo que la presencia policial, pues pasada la temporada veraniega, la ausencia total de vigilancia en pro de la seguridad convierte a la red vial en una inmensa selva donde los irresponsables y los más fuertes, léase transporte pesado y autobuses, imponen la ley.

    El peligro por estas causas va a ir aumentando quizás no el número de colisiones, volcamientos o choques frontales, pero sí en el número de víctimas mortales pues las carreteras de cuatro carriles, mal apodadas autopistas, son usadas como juguete nuevo de niño. Las rectas tientan a acelerar con el carril despejado o adelantando por la derecha y el velocímetro sube para satisfacción falsa que puede acabar en tragedia.

    Donde se valora la vida y la persona es el centro y la responsabilidad del Estado se desarrollan campañas permanentes de prevención enfocadas en las tragedias personales y familiares en cada uno de los fracasos viales con exhibición de escenas duras para que si no es por respeto a los demás que observan las regulaciones viales, sea por miedo a ser una víctima más, de manera que la sensacionalista y dramática imagen refrene la pasión de la velocidad o el ciego delirio de llegar pronto al destino.

    Si a ello agregamos el deficiente sistema, más protector del causante del desastre que de las víctimas, la explicación del medio millar de víctimas en la red vial durante el primer semestre del año tiene su sentido: La atención médico hospitalaria corre, la mayoría de las veces, por cuenta de todos en hospitales públicos, es decir, de los contribuyentes; los daños y perjuicios habitualmente no se evalúan y lo más que se considera es la ayuda del gasto funerario.

    Fatal el fin de semana en carreteras donde el exceso de velocidad según el criterio policial, pues no hay radares que documenten la infracción e identifiquen al infractor con una placa inexistente, y una maniobra irresponsable con velocímetro al tope nos recordaron esa otra tragedia colectiva en la que la ausencia policial invita a hacer lo que se quiera.