24/04/2024
12:27 AM

Acoso escolar

    San Pedro Sula, Honduras.

    La posesión y el disparo, contingencial o voluntario, de un arma en un centro educativo quisiéramos creer que fue por un descuido de un adulto irresponsable, sin embargo, el ambiente de inseguridad, violencia y frustración en la sociedad explica el hecho ante el cual es más alboroto que acciones contundentes de prevención mediante la orientación, la integración de los padres de familia y el compromiso, muy debilitado en los últimos años, de los maestros.

    El problema es complejo porque no es aislado, sino que es manifestación del deterioro progresivo y acelerado de la sociedad que ha llegado hasta los escolares y estudiantes en los centros educativos y en los desplazamientos diarios de sus hogares a las escuelas y colegios. La situación es mucho más grave por la indefensión en que se hallan en algunos sectores dominados por grupos delictivos.

    Hasta hace un par de años la preocupación se centraba en los anticuados planes de estudios y en su desarrollo en el aula; en la meta de los doscientos días de clase y en las actividades extracurriculares que habían desaparecido o desplazaban las actividades académicas en las clases; en el pago a los maestros y la depuración de la abultada planilla por nombramientos como piñatas.

    La autoridades enfrentaron y resolvieron algunos de estos problemas que en determinado momento contribuyeron a la inseguridad y a la violencia, bajo la modalidad de acoso en el centro educativo, en la calle y en las redes sociales. Es precisamente este fenómeno del acoso escolar, en centros oficiales y privados, el que se ha ido extendiendo. De aquellas bromas pesadas que recuerdan los adultos, se ha pasado a la agresión física, sexual, al ensañamiento y a la agresión psicológica en las redes sociales.

    A la alarma, desatendida desde que comenzó a sonar, por fin, se le ha dado una respuesta que es solo el inicio de un largo camino legal, escolar y familiar con la efectiva contribución de los medios de comunicación para crear conciencia sobre el respeto a los derechos de los niños y jóvenes así como impulsar la educación hacia la convivencia en armonía, tolerancia y paz.

    Han cambiado mucho los tiempos: Escasean los maestros, compañeros de los niños y las niñas incluso en la ida a la escuela y el regreso al hogar, no digamos en los recreos, pero también vigilantes y supervisores para corregir y orientar. Era así porque la formación en la escuela o colegio era prolongación y complemento efectivo de la educación en el hogar.

    Fallan los padres, los maestros y en general los adultos en quienes las generaciones jóvenes observan violencia, corrupción, materialismo, ambición por dinero, etc... y así, como señala la sabiduría popular “árbol que crece torcido, nunca sus ramas endereza” o “lo que se siembra se cosecha”. Inútiles e hipócritas los lamentos de hoy y del futuro si miramos, evasivamente, para otro lado.