24/04/2024
12:02 AM

Releyendo a Víctor Hugo

Releyendo a Víctor Hugo

Yo también, como el columnista de este diario, Otto Martín Wolf, me he dado a la tarea de volver a leer algunos de los escritores clásicos, aunque en mi caso particular mis razones son diferentes a las de Otto, principalmente por tener el tiempo para ello gozando de mi semirretiro voluntario y como parte de los años sabáticos que me he impuesto, de este modo he vuelto a ojear algunas obras de Víctor Hugo, como usted amable lector lo habrá hecho también con alguna de sus monumentales creaciones.

Víctor Hugo cómo se sabe, era un escritor francés de los más ilustres del siglo XIX, que nos ofrece en su extensa obra un triple aspecto: de poeta, novelista y dramaturgo. Es más conocido y en lo particular me ha interesado más su producción literaria como su famosa obra Nuestra Señora de París, o Los Miserables, también El hombre que ríe, que fueron textos de estudio en el Bachillerato de antes. Mis hijas Waleska y Ana Carolina, egresadas de la EIS todavía alcanzaron esa eficiencia de la educación media en Honduras, ellas en su época tuvieron excepcionales maestras de español y literatura que las introducían en la lectura de algunos escritores clásicos como el que hablamos, u otros como Honore de Balzac (Ilusiones perdidas). Leían en clase a escritores latinoamericanos contemporáneos como al recién fallecido Gabriel García Márquez con su prolija obra, El amor en los tiempos del cólera, Crónica de una muerte anunciada, y su obra clásica Cien años de soledad; también a Neruda con sus Memorias, o a Vargas Llosa (Los Jefes). También se incluía como material de estudio obras de escritores o poetas hondureños como Roberto Sosa con Los pobres, o Un mundo para todos dividido, del género de la poesía, y a Lucila Gamero de Medina con su novela Blanca Olmedo, hasta el Popolvuh, que estoy seguro muchos estudiantes de ahora no saben lo que es.

Después de un siglo de su muerte Víctor Hugo ha llegado a ser una superestrella, pues su obra se interpreta desde París o Londres a Nueva York, ya por sus libros, por sus interpretaciones teatrales, o por sus obras llevadas al cine o puestas en escena como Los Miserables. Al releer algunas de sus obras nos damos cuenta que fue un forjador de mitos, de héroes de hoy día como Esmeralda, que representaría a nuestros inmigrantes indocumentados; a Cosette, una cipota sin hogar como las tantas que existen en nuestra sociedad, o a Quasimodo, un marginado como también los encontramos entre nosotros.

En resumen, Víctor Hugo era un romántico, un iconoclasta que mandó al carajo a los clásicos de su época, confesando ser del “partido de los excluidos y de los proscritos”.