20/04/2024
12:10 AM

Multimillonarios convertidos en bribones

El estableci-miento republicano tiene un arsenal de potentes armas, como los endosos.

Si hay una regla general que rige la regulación de las finanzas de campaña, o mejor dicho, la falta de regulación, es que las consecuencias de cualquier cambio en el sistema son imprevisibles.

En 2002, cuando el Congreso promulgó la ley McCain-Feingold, que proscribió las grandes aportaciones de “presupuesto especial” a los partidos políticos por parte de corporaciones, sindicatos y gente rica, muchos observadores supusieron que los demócratas la padecerían más. El partido nunca había cultivado una base de donadores en pequeño y siempre había dependido de las mega-aportaciones más que el Partido Republicano.

En menos de dos años se demostró que ese supuesto estaba equivocado. Primero, en la elección de 2004, los donadores pequeños en masa dieron sus números de tarjeta de crédito a la campaña del demócrata John Kerry, y éste pudo estar a la altura del Presidente George W. Bush, dólar por dólar. Cuatro años después, el flujo de efectivo para Barack Obama inundó al senador John McCain. Internet les dio a los equipos de campaña la capacidad de llegar sin grandes costos a millones de donadores en potencia, lo que modificó para siempre la recaudación de fondos. En 2010 se puso de cabeza la ley de financiamiento de las campañas. La decisión de la Suprema Corte en el juicio de Ciudadanos Unidos contra la Comisión Federal Electoral, y las decisiones de varios tribunales de apelaciones, como en el caso de Speech Now versus FEC, abrieron las puertas a contribuciones ilimitadas de corporaciones, sindicatos e individuos para comités de acción política técnicamente independientes, los llamados súper comités. El resultado ha sido una asombrosa variedad de súper comités y organizaciones no lucrativas que apenas los profesionales pueden comprender. La multiplicidad y multidireccionalidad actuales de la “reforma” han abrumado tanto al pueblo como a los partidos.

La opinión prácticamente unánime a lo largo de 40 años de regulación revisada era que el Partido Republicano y sus candidatos serían los principales beneficiarios y, hasta ahora, así ha sido.

Los datos del Centro de Política Responsable muestran que el gasto externo se inclinó hacia la izquierda de 2000 a 2008, pero que en 2010 – a raíz de la desregulación – la balanza se inclinó decisivamente hacia la derecha. En el actual ciclo electoral 2011-2012, se desplazó abrumadoramente a la derecha. El movimiento de casi 500,000 millones de dólares hacia la derecha tan solo en este ciclo no es, sin embargo, el oro puro que esperaban los analistas. Aunque el rápido crecimiento de competidores autónomos y bien financiados amenace a todas las estructuras de poder existentes, es probable que en el Partido Republicano se reduzca el grueso de los costos. El ala derecha republicana tiene más potencial disruptivo que el ala izquierda del Partido Demócrata, pues está más dispuesta a llegar a los extremos. Véase, por ejemplo, el cartel que muestra a Barack Obama haciéndole una reverencia a un jeque árabe.
Por lo demás, hay diferencias estructurales e históricas entre los partidos. El Partido Republicano y el establecimiento conservador son institucionalmente más fuertes que el Partido Demócrata, con una infraestructura que sirvió de parapeto en los años 60 y 70, cuando los republicanos parecían ser una minoría permanente en el Congreso. Los republicanos prefieren organizaciones jerárquicas bien ordenadas. Los demócratas, a pesar de la disciplina de esfuerzos de campaña individuales, tienden más hacia la anarquía que a la jerarquía.

Históricamente, un resultado de la diferencia partidista es que el establecimiento republicano ha manejado estrictamente la selección de candidatos a nivel presidencial. Con una extraordinaria congruencia, el partido ha aplastado a los candidatos insurgentes y seleccionado al siguiente en la línea. El establecimiento republicano tiene un arsenal de potentes armas a su disposición, como los endosos, los compromisos favorecidos para hablar en reuniones clave del partido y un proceso de señalamiento para indicar quién ha sido ungido desde las alturas.

El arma más poderosa de todas, empero, siempre ha sido el poder de supervisión ejercido por los jerarcas del partido sobre el flujo de dinero hacia los candidatos. Cada cuatro años, cuando empieza el proceso de nominación, empresarios, asociaciones profesionales de orientación republicana y las grandes firmas de derecho corporativo poco a poco van creando el consenso en torno del candidato favorecido. El establecimiento sofoca la insurgencia, incluso a los candidatos surgidos de la derecha social – Pat Buchanan y Gary Bauer _, así como a candidatos surgidos de la derecha económica como el ex representante Jack Kemp. Ninguno de esos fuereños superó la condición de marginal. Compárese la historia de dominio autoritario ininterrumpido en la lucha por la candidatura republicana de 2012. Encabezado por Ciudadanos Unidos, un grupo de multimillonarios renegados le hizo la vida imposible a Mitt Romney, el candidato del establecimiento. Lo que es más importante, sólo se necesitaron cuatro personas – Sheldon Adelson, el magnate de los casinos en Las Vegas y Macao; Harold Simmons, especialista en adquisiciones apalancadas de Dallas; Foster Friess, cristiano conservador y exitoso inversionista; William Dore, director ejecutivo de una compañía de energía de Louisiana – para aturdir a los agentes tradicionales de poder del partido en los primeros cuatro meses de 2012. Los millones de dólares que estos hombres pusieron en los súper comités asociados con dos candidatos marginales, Newt Gingrich y el ex senador de Pennsylvania Rick Santorum, convirtieron el proceso de las elecciones primarias en una competencia, en la que se les dio voz a las alas más extremistas del partido. Los multimillonarios, con su poder recién adquirido, están colocados para desafiar al Partido Republicano en su punto de mayor vulnerabilidad, durante las primarias. Las tres organizaciones principales del partido – el Comité Nacional Republicano, el Comité del Congreso y el comité del Senado – no pueden intervenir en las primarias, salvo en circunstancias excepcionales. Estos nuevos agentes, junto con sus súper comités, socavan la influencia de los partidos en otro sentido, muy importante. Antes de Ciudadanos Unidos, los tres principales comités del Partido Republicano ejercían el poder debido a que su preeminencia financiera les daba la palabra final en la concesión de contratos a encuestadores, a compañías de correo directo y a asesores de medios. La ascendencia de los súper comités crea una fuente de contratos separada y totalmente independiente para la comunidad de profesionales de la política. Los súper comités y otros grupos independientes recaudan más dinero que cualquiera de los comités del partido y casi tanto como el total que recaban los comités del Partido Republicano o Demócrata.

Ahora quizá usted tenga algunas preguntas en el fondo de la mente: ¿A quién le importan los partidos políticos? ¿Acaso no son sólo agentes del status quo en momentos en que se necesita el pensamiento innovador? Reducir su papel quizá ayude a amenguar la polarización.

Puede haber cierta verdad en esto y quizá los beneficios superarían los costos. Por el otro lado, la reducción de los partidos significa que se debilitarían las instituciones con el único objetivo de ganar una mayoría. Cuando los partidos son influyentes, pueden ayudar a evitar que candidatos y funcionarios electos caigan en los extremos ideológicos.

POR: THOMAS B. EDSALL
© 2012 The New York Times