24/04/2024
10:58 AM

Los desafiantes

Bill Clinton podrá tener muchos defectos, pero la oratoria es su gran don.

La exuberante inauguración de la Convención Nacional Demócrata aquí en Charlotte, Carolina del Norte, hizo que la convocatoria republicana de la semana pasada en Tampa pareciera, bueno, pues una fiesta de té.

Si los espectadores pensaron que los demócratas meterían la cola y correrían para alejarse del historial del presidente, se equivocaron. Los oradores se desgañitaron para defender con uñas y dientes al presidente Barack Obama – recitando sus logros durante horas – y aprovecharon ese historial para establecer una clara diferencia con los planes de Mitt Romney, a quien atacaron con una ferocidad desbocada.

Los demócratas llegaron a la fiesta listos para el combate.

Si hubiera que resumirlo en una sola palabra, ésta sería desafío, como en desafiar las encuestas, desafiar a los comentaristas y desafiar algunas duras realidades políticas.

Los discursos, enérgicos y consistentes – si bien todos fueron una variante de un tema acerca de un país ya presente y todavía en crecimiento, ante el que los republicanos voluntariamente, y quizá por causas congénitas, cierran los ojos _, fueron a contracorriente de las encuestas apretadas, de los halcones que hablan de la “brecha de entusiasmo” en los noticieros de cable y de una economía que todavía está en apuros.

Como dijera Deval Patrick, gobernador de Massachusetts, ante la multitud congregada el martes en la noche inaugural de la convención:

“Mi mensaje es éste: ya es tiempo de que los demócratas tengamos agallas y defendamos aquello en lo que creemos. Dejemos de esperar; dejemos de esperar a que los comentaristas o las encuestas o los súper comités de acción política nos digan quién va a ser nuestro próximo presidente o senador. ¡Somos estadounidenses! Nosotros moldeamos nuestro propio futuro”.
Para suavizar esa primera noche se requirió de una Michelle Obama, que en tonos dulces y amables, pero con efectos devastadores, pronunció un discurso exquisitamente elaborado, en el que estableció la relación de su amor personal por su esposo con el interminable romance de los devotos demócratas con ellos dos.

Y su discurso hizo algo que no logró hacer el de Ann Romney: les dio a los asistentes una visión interna de la forma en que su esposo enfoca los problemas y los trabaja.

Una crítica contra Obama, incluso entre muchos de sus simpatizantes, es que a veces él parece desapegado. La primera dama pintó la imagen de un hombre empático y comprometido. La multitud se derritió.

El miércoles fue un poco disparejo y el libreto no fue tan bueno, pero el magistral Bill Clinton cerró la noche como sólo él hubiera podido hacerlo: con un discurso un poco tambaleante pero con la pasión de un predicador sureño, que mantuvo a la multitud embelesada durante toda su alocución.

“Yo quiero nominar a un hombre frío por fuera pero que por dentro arde de pasión por Estados Unidos”, dijo el ex presidente casi al principio de su intervención. Y ya hacia el final, estaba sosteniendo rotundamente que:

“Cuando votemos en esta elección, estaremos decidiendo en qué tipo de país queremos vivir. Si queremos una sociedad en la que cada quien ve para su santo y el ganador se lleva todo, debemos apoyar la boleta republicana. Pero si queremos un país de oportunidades compartidas y de responsabilidades compartidas, una sociedad en la que todos vamos en el mismo barco, entonces debemos votar por Barack Obama y Joe Biden”.

Clinton podrá tener muchos defectos, pero la oratoria es su gran don. Ningún orador de la Convención Nacional Republicana siquiera le llegó a los talones.

No está claro si la actuación de los demócratas les valdrá conversiones – el martes, Gallup informó que no hubo saltos en las encuestas para Romney después de su convención – pero sus discursos podrían darles más agallas a los leales. Y en una elección dividida en forma tan pareja, donde la victoria y la derrota dependerán de la movilización y la participación en las urnas, eso no es poca cosa.

POR: Charles M. Blow
© 2012 The New York Times