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Navidad, agobiada por los temblores

  • 16 diciembre 2012 /

Los navideños han aprendido a vivir con esta incertidumbre.

Un remezón se produjo en medio de la noche. Otro sorprendió a los pescadores en una playa vecina. La tierra volvió a temblar durante la cena. No paraban. En total se sintieron más de 170 temblores en Navidad hace cinco semanas. El más fuerte se produjo durante un funeral e hizo que los dolientes salieran corriendo por la calle, presas de pánico.

Navidad, un pueblo agrícola costero de Chile de 5,500 habitantes, ha resultado uno de los sitios más proclives a sufrir temblores, en uno de los países más expuestos a esos fenómenos.

Los sismólogos no saben si estos temblores estuvieron vinculados con un terremoto que devastó partes de Chile hace dos años o fueron una alerta de algo por venir.

Los navideños han aprendido a vivir con esta incertidumbre. En la época navideña, por ejemplo, arreglan los árboles asegurando las ramas y la base, para que no se caigan en caso de un temblor. Los dueños de restaurantes instalan barandas de madera en sus estanterías para que los vasos y los licores no se caigan. Algunos ofrecen únicamente latas de cerveza por considerar que las botellas conllevan demasiados riesgos.

En las escuelas públicas a los niños se les enseña qué hacer si se produce un temblor y todos parecen tener un morral con linternas y comida.
Costumbre

“Nacimos, vivimos y nos criamos con los temblores”, declaró el alcalde interino Rodrigo Soto. “Es como si recién se hubiera descubierto Navidad al mundo. Todo el mundo nos pregunta si estamos asustados y lo que les decimos es que tenemos que estar preparados”.

De todos modos, ningún preparativo basta para evitar que cunda el pánico cuando la tierra se estremece. No hay forma de saber de inmediato si es algo menor o un terremoto fuerte, capaz de causar estragos.

Cuando la tierra tembló durante el funeral, los rostros de los dolientes se tornaron pálidos, como los de los muertos. A pesar de que se le pedía a la gente que mantuviese la calma, la iglesia se tambaleó tanto que mucha gente salió corriendo.

“La gente estaba aterrorizada”, relató Carolina Jeria al recordar el terremoto de magnitud 5.9 del 21 de noviembre. “En un momento así uno pierde el control. Estamos muy preocupados por el asunto de los temblores porque el de 2010 nos pilló muy poco preparados”.

Soto dice que el pueblo todavía no cuenta con un sistema de alerta de tsunami. Dispone apenas de una sirena que suena como la alarma de un automóvil y que no tiene el volumen necesario como para que sea escuchada por todo el mundo. Pero después de tantos temblores, los navideños saben instintivamente cuando tienen que salir corriendo.

Saben si se trata de un temblor de magnitud 2 que apenas se siente o de uno de magnitud 7, capaz de tirarlos al piso y ante el cual hay que buscar elevaciones en caso de que se produzca un tsunami.
Buscando la normalidad

Al margen de los terremotos, la vida transcurre plácidamente en Navidad. Muchos agricultores todavía usan bueyes para arar la tierra, mientras que otros sirven a los turistas que vienen a las playas del Pacífico desde la capital Santiago, que se encuentra 170 kilómetros (poco más de 100 millas) al sur. La gente, no obstante, está siempre tensa.

Los temblores no son lo único que recuerda a los navideños que en cualquier momento puede producirse un terremoto. En la carretera que conduce al pueblo flores silvestres crecen alrededor de carteles que le recomiendan a la gente que construyan sus casas en elevaciones por la posibilidad de tsunamis o que estén preparados para ir a sitios altos.

Los últimos temblores no han causado destrozos ni lesiones, pero son un recordatorio constante del terremoto de magnitud 8.8, seguido de un tsunami, que devastó buena parte de la costa chilena en el 2010, incluido Navidad. Ese terremoto mató a 551 persones, destruyó 220,000 viviendas y acabó con muelles y complejos hoteleros costeros, costándole a Chile 30,000 millones de dólares, equivalentes al 18% de su producto interno bruto anual.

Ningún navideño murió en esa ocasión, pero 200 viviendas fueron total o parcialmente destruidas y la mayor parte de la gente no tuvo electricidad o agua por un mes.

“Durante el sismo del 2010 la zona de ruptura llegó hasta Navidad, por eso los científicos de la Universidad de Chile indican que estas son réplicas tardías”, afirmó Miguel Ortiz, director nacional del centro de alertas tempranas de la Oficina Nacional de Emergencias del gobierno chileno. Agregó, por otra parte, que los recientes temblores pueden ser un indicio de que se avecina otro terremoto grande.

Un equipo de científicos internacionales dijo que las posibilidades de un nuevo temblor de magnitud en la costa chilena pueden haber aumentado tras al terremoto del 2010. En la revista

Nature Geoscience dijeron el año pasado que el sacudón alivió solo una parte de las presiones que se acumulan bajo tierra desde un terremoto de 1835 que fue presenciado y documentado por el naturalista británico Charles Darwin.

Frente a la extensa costa chilena, la placa tectónica Nazca se interna en el continente sudamericano y ejerce presiones que hacen que las montañas de Los Andes ganen altura. El temblor del 2010 fue tan fuerte que cambió la hora, al modificar la rotación del planeta y acortar ligeramente el día. El terremoto más fuerte de que se tenga noticia se produjo también en Chile. Fue uno de magnitud 9.5 que mató a más de 5,000 personas en 1960, 800 kilómetros al sur de Navidad.

“Lo que más me sorprende de Chile es su belleza y el gran potencial de que se produzcan desastres, desde terremotos muy fuertes hasta erupciones volcánicas, igual que en California”, declaró Paul Caruso, geofísico del Servicio Geológico estadounidense.

“Las grandes fallas son las responsables de los grandes terremotos y también de las magníficas montañas, los volcanes activos y la variedad de climas, desde un frío muy intenso hasta el desierto”, indicó. “Es un sitio fascinante, especialmente para un geofísico”.

Los navideños le hacen frente a la incertidumbre de distintas maneras.

La jubilada Carmen Delgado está tan traumatizada por el desastre del 2010 que a menudo no puede dormir y se pasa la noche temblorosa, esperando ansiosamente que salga el sol para poder ir al restaurante donde trabaja como voluntaria, porque eso la tiene atareada y le despeja la mente. AP