Brasília.
Entre lágrimas, gritos y referencias a Dios, el Senado brasileño se adentró en el debate final antes de decidir si hoy destituye a Dilma Rousseff, un desenlace que todos ya dan por sentado en Brasil. “El impeachment es un remedio constitucional al que necesitamos recurrir cuando la situación se revela especialmente grave”, señaló la abogada de la acusación, Janaina Paschoal.
“Fue Dios quien hizo que, en el mismo momento, varias personas percibieran lo que sucedía en el país”, añadió esta abogada en sus argumentos para probar que la primera mujer en presidir Brasil violó la Constitución al manipular las cuentas públicas y que por eso debe dejar la presidencia.
Pero el abogado defensor de la presidenta, el exministro José Eduardo Cardozo, destacó que una destitución de Dilma Rousseff, sería “una pena de muerte política”.
Cardozo sostuvo que las acusaciones “son tan técnicas, tan sofisticadas y tan confusas, que la mayoría de los brasileños no entiende de qué la acusan”. Según el abogado, “fue acusada” porque fue reelegida en 2014 “afrontando los intereses de aquellos poderosos que querían cambiar el rumbo de Brasil” y porque “facilitó las investigaciones sobre corrupción”. Tan dramático ha sido este juicio en Brasil, que durante las sesiones de ayer, tanto el abogado de la defensa como de la acusación, lloraron.
“Canallas, canallas, canallas”, disparó el senador Roberto Requião, del PMDB y defensor de Rousseff, haciendo referencia al golpe de Estado contra Joan Goulart en 1964.
Expectativa
Según estableció el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lewandowski, quien dirige la sesión como garante constitucional del proceso, hoy será dictada sentencia. En esta última audiencia, dos senadores inclinados a condenar a Rousseff y otros dos que se opongan a su destitución tendrán cada uno cinco minutos para exponer sus alegatos y luego se procederá a la votación, por medio de un sistema electrónico.
Para que Dilma sea desalojada de la Presidencia será necesario que así lo decida una mayoría calificada de 54 votos, que equivalen a dos tercios de los escaños. El resultado se conocerá de inmediato y, una vez proclamado por el presidente del Supremo, Rousseff estará fuera del poder o, si fuera absuelta, recuperaría el cargo y relegaría otra vez a la vicepresidencia al hoy presidente interino, Michel Temer.
La presidenta, suspendida de sus funciones desde que se instauró el proceso, el 12 de mayo, responde por la emisión de tres decretos que alteraron los presupuestos sin la venia del Congreso y atrasos en depósitos en la banca pública que generaron costosos intereses y se configuraron como créditos, según la acusación.
Entre lágrimas, gritos y referencias a Dios, el Senado brasileño se adentró en el debate final antes de decidir si hoy destituye a Dilma Rousseff, un desenlace que todos ya dan por sentado en Brasil. “El impeachment es un remedio constitucional al que necesitamos recurrir cuando la situación se revela especialmente grave”, señaló la abogada de la acusación, Janaina Paschoal.
“Fue Dios quien hizo que, en el mismo momento, varias personas percibieran lo que sucedía en el país”, añadió esta abogada en sus argumentos para probar que la primera mujer en presidir Brasil violó la Constitución al manipular las cuentas públicas y que por eso debe dejar la presidencia.
Pero el abogado defensor de la presidenta, el exministro José Eduardo Cardozo, destacó que una destitución de Dilma Rousseff, sería “una pena de muerte política”.
Cardozo sostuvo que las acusaciones “son tan técnicas, tan sofisticadas y tan confusas, que la mayoría de los brasileños no entiende de qué la acusan”. Según el abogado, “fue acusada” porque fue reelegida en 2014 “afrontando los intereses de aquellos poderosos que querían cambiar el rumbo de Brasil” y porque “facilitó las investigaciones sobre corrupción”. Tan dramático ha sido este juicio en Brasil, que durante las sesiones de ayer, tanto el abogado de la defensa como de la acusación, lloraron.
“Canallas, canallas, canallas”, disparó el senador Roberto Requião, del PMDB y defensor de Rousseff, haciendo referencia al golpe de Estado contra Joan Goulart en 1964.
Expectativa
Según estableció el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lewandowski, quien dirige la sesión como garante constitucional del proceso, hoy será dictada sentencia. En esta última audiencia, dos senadores inclinados a condenar a Rousseff y otros dos que se opongan a su destitución tendrán cada uno cinco minutos para exponer sus alegatos y luego se procederá a la votación, por medio de un sistema electrónico.
Para que Dilma sea desalojada de la Presidencia será necesario que así lo decida una mayoría calificada de 54 votos, que equivalen a dos tercios de los escaños. El resultado se conocerá de inmediato y, una vez proclamado por el presidente del Supremo, Rousseff estará fuera del poder o, si fuera absuelta, recuperaría el cargo y relegaría otra vez a la vicepresidencia al hoy presidente interino, Michel Temer.
La presidenta, suspendida de sus funciones desde que se instauró el proceso, el 12 de mayo, responde por la emisión de tres decretos que alteraron los presupuestos sin la venia del Congreso y atrasos en depósitos en la banca pública que generaron costosos intereses y se configuraron como créditos, según la acusación.
