Desafiando el intenso olor a azufre, los turistas se acercan para asomarse al pozo de lava que bulle muy cerca de la superficie en el cráter del volcán Masaya, cuya furia trataron de aplacar los indígenas en el pasado sacrificando doncellas y niños.
'Es algo extraordinario, único en el mundo', dice Noheli Pravia, una turista francesa mientras observa el turbulento magma que se aprecia desde el borde del cráter a menos de 100 metros de profundidad.
El Masaya, el Kilauea de Hawai y el Nyiragongo de África son los únicos volcanes del mundo que forman de manera periódica efusiones de magma en su cráter, afirma el geógrafo y ambientalista nicaragüense Jaime Incer.
La lava del Masaya, ubicado a 20 km de la capital nicaragüense, emerge a la superficie cada 25 o 30 años desde 1902 y después de un tiempo desaparece, pero mantiene la emisión de humos sulfurosos que se esparcen en los alrededores, oxidando los techos de las casas y asolando la vegetación.
Turistas de todo el mundo acuden a ver la belleza natural del volcán nicaragüense. |
A unos kilómetros del volcán se asienta el pueblo de Piedra Quemada que guarda los vestigios de aquella erupción: un lecho de piedras volcánicas que yacen bajo un relleno de tierra.
Impresionante
El pequeño cono, de 400 metros de altura, surgió hace 5,000 años. Está constituido por cinco cráteres de los cuales sólo uno -llamado Santiago y el más grande- permanece activo, coronado por una densa fumarola.
Hace seis meses, el agujero incrementó su actividad con flujos de magma acompañado de esporádicos microsismos.
'Es la primera vez que veo algo como esto, es muy impresionante', expresa Mijaela Cuba, una enfermera austriaca.
Ella es una de los 4,000 turistas que han subido a la ardiente garganta en las últimas dos semanas, cuando el gobierno autorizó el ingreso de personas, aunque limitado a unos pocos minutos debido a los gases.
Sólo los pericos verdes y los murciélagos logran sobrevivir anidando permanentemente en el ambiente tóxico del cráter.