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Lula, un año preso y un horizonte complejo

  • 06 abril 2019 /

El patriarca de la izquierda pasa gran parte de su tiempo leyendo, escribiendo las cartas que después publica el partido, y viendo a su querido Corinthians por televisión.

    Brasil.

    Desde que llegó a la prisión de Curitiba el 7 de abril de 2018, Luiz Inácio Lula da Silva solo ha salido dos veces. Una de ellas para ir al velatorio de su nieto, el peor momento de un año en el que su enemigo Jair Bolsonaro llegó a la presidencia y su horizonte judicial no dejó de oscurecerse.

    Pero, a los 73 años, el exmandatario no se deja abatir, se ejercita todos los días en la cinta que tiene en su celda de 15 metros cuadrados y está obcecado en probar su inocencia ante lo que considera una “farsa judicial” para apartarle del poder.

    El dormitorio de Lula, que antes era usado por policías de viaje, no tiene rejas. Se limita a un baño, un armario, una mesa con cuatro sillas, una cinta ergométrica para ejercitarse y un televisor con entrada usb que solo sintoniza canales de televisión abierta.

    En los días de semana, por la mañana, conversa durante una hora con su abogado Luiz Carlos da Rocha, “Rochinha”, publica Folha en su edición online. Durante la tarde, habla con otro abogado, Manuel Caetano, quien lo visita todos los días.

    -Mala suerte- Las noticias que le traen sus abogados en sus dos visitas diarias no pueden ser peores. Ningún recurso ha conseguido liberarle, y el jueves el Supremo Tribunal Federal (STF) aplazó sin fecha las discusiones de la próxima semana sobre un cambio de jurisprudencia para los condenados en segunda instancia, que podría conducir a su excarcelación.

    CRONOLOGíA
    2018: 7 de abril. Lula se entrega y es detenido en Curitiba, tras confirmación y extensión de sentencia a 12 años y un mes de prisión, por corrupción pasiva y lavado de dinero.
    8 de julio. Juez expide orden de liberación, cancelada después por otro magistrado.
    15 de agosto. El Partido de los Trabajadores (PT) lo inscribe como candidato en las presidenciales. Lidera intención
    de voto con cerca del 40%.
    31 de agosto. El Tribunal Superior Electoral invalida la candidatura.
    4 de diciembre. Supremo Tribunal Federal interrumpe y aplaza juicio de habeas corpus solicitado por la defensa.
    14 de diciembre. Tribunal abre nuevo proceso por lavado de dinero. Suma seis causas.
    19 de diciembre. Juez de la Corte Suprema emite fallo que podría liberar a Lula. Presidente de ese tribunal suspende la decisión.
    2019: 6 de febrero. Condena de 12 años y 11 meses de prisión por corrupción y lavado de dinero por beneficiarse con favores de constructoras.
    El nuevo revés deja todo en manos del Superior Tribunal de Justicia (STJ), una suerte de tercera instancia, que podría examinar su recurso en los próximos días. Algunas voces han pedido concederle la prisión domiciliaria, pero todo está en el aire en un caso sin precedentes, que despierta pasiones.

    “El escenario para Lula pasa a ser el STJ”, aunque “los índices de alteración y revisiones de condena son bajos, estadísticamente hablando, tanto en el STJ como en el STF”, explica Silvana Batini, fiscal y profesora de Derecho en la Fundación Getúlio Vargas.

    Pero, obviamente, la cuestión de Lula es excepcional”, agrega.

    El expresidente fue condenado en primera y segunda instancia por corrupción pasiva y lavado de dinero, como beneficiario de un apartamento puesto a su disposición por constructoras para obtener contratos en Petrobras.

    En febrero de este año, fue sentenciado a otros 12 años y 11 meses, al considerar que obtuvo reformas en una hacienda, igualmente a cambio de contratos en la petrolera estatal. Si esta pena es ratificada en segunda instancia, sus condenas sumarían 25 años, aunque bajo la ley brasileña podría gozar de un régimen semiabierto con cuatro cumplidos, un sexto de la sentencia. Siempre que no sea condenado en otro de los procesos que tiene abiertos.

    - Restricciones - Los jueves por la tarde recibe a familiares. Por la mañana, lo visitan dos amigos, generalmente políticos. Tres veces por semana sale para tomar sol. “Circula en un pequeño espacio de 40 metros cuadrados donde antes funcionaba un ‘fumódromo’, en el tercer piso” de la dependencia policial detalla Folha.

    El expresidente Lula da Silva junto con Dilma Rousseff, su discípula que tomó el poder de Brasil en su lugar, pero destituida en agosto de 2016.
    Hasta enero, Lula recibía a líderes religiosos. Pero la jueza Carolina Lebbos, que vigila el cumplimiento de la pena del expresidente, prohibió esos encuentros, aunque la ley brasileña prevé el derecho a asistencia religiosa. Estaba prevista, en su lugar, una consulta con un capellán de la propia Policía, pero no ocurrió.

    “Lula conversaba con sacerdotes, pastores, budistas, umbandistas, gente de todas las religiones. Encontrarse con ellos lo dejaba más animado. El pasa la mayor parte del tiempo solo, aislado en la celda. El fin de estos encuentros fue triste para él”, declaró al diario paulista el abogado Rocha.

    - “Buen día, presidente” - El diario Folha relata detalles clave en la vida de Lula en prisión: “El ex mandatario se despierta siempre antes de las 7:00 am. Oye el “buen día, presidente”, que gritan desde afuera los militantes del campamento “Lula libre”, que se instaló hace casi un año en un terreno frente a la sede de la Policía. “Eso le da ánimo”, comentó Gilberto Carvalho, amigo y jefe de gabinete en los tiempos de la presidencia”.

    A las 8:00 am, el agente Jorge Chastalo Filho destraba la puerta de la habitación. De manera invariable, encuentra a Lula vestido con una camisa del PT o la camiseta del Corinthians. Tres veces por semana, el agente mide el índice de glucemia en la sangre del ex presidente, que sufre una pre-diabetes.

    Hoy, en el aniversario de su prisión, habrá una serie de actos que pretenden relanzar la campaña “Lula libre”. A las 7:00 pm, volverá a escuchar el “buenas noches”, presidente de sus fieles que no se han movido de allí en todo el año.