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'¡Qué vergüenza!', le gritan a cardenal de Washington por abusos

  • 03 septiembre 2018 /

El cardenal Donald Wuerl fue encarado por varios manifestantes durante una misa en Washington.

Washington, Estados Unidos.

Manifestantes se enfrentaron al arzobispo de Washington, Donald Wuerl, luego de que este se disculpara con su congregación por el escándalo de abuso sexual del clero de la Iglesia católica en Estados Unidos.

'¡Deberías estar avergonzado!', le gritó uno de los feligreses al cardenal mientras que otro le dio la espalda a Wuerl en señal de protesta durante la misa del domingo.

El cardenal, que desmintió las acusaciones realizadas contra él por el exnuncio del Vaticano en EEUU, quien lo acusó de encubrir los supuestos abusos cometidos por su predecesor, el cardenal Theodore McCarrick, instó a la parroquia a rezar y permanecer fiel al papa Francisco, ya que 'cada vez está más claro que es objeto de considerable animosidad'.

Una investigación en Pensilvania descubrió que más de 300 sacerdotes católicos habían abusado de más de 1,000 niños desde 1947 en seis diócesis, incluida Pittsburgh.

El informe del gran jurado, junto con un escándalo por separado que involucró a McCarrick, han sacudido a la Iglesia católica en los Estados Unidos.

La oficina de Wuerl también subrayó que el exnuncio Carlo Maria Viganò no tiene ninguna prueba verificable contra él, y explicó que nadie se ha presentado nunca ante el arzobispo como víctima de los abusos de McCarrick.

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Viganò ha escrito una carta de 11 folios publicada por algunos medios de corte conservador en varios países en la que acusa a otros miembros de la Curia de formar un 'lobby gay' y de encubrir las acusaciones contra el cardenal McCarrik.

Viganò sostiene, además, que el papa Francisco conocía las alegaciones de abusos contra el cardenal, quien fue sancionado en junio pasado por el pontífice, y exigió la renuncia del santo padre.

El pasado junio, McCarrick, de 88 años, fue apartado del colegio cardenalicio y el papa argentino 'dispuso su suspensión en el ejercicio de cualquier ministerio público, así como la obligación de que permanezca en una casa que le será asignada para una vida de oración y penitencia', según Viganò.