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Singapur, el país del futuro

  • 22 abril 2017 /

Coches autónomos, robots que interactúan con humanos o el jardín vertical más grande del mundo ilustran el progreso tecnológico de Singapur, una ciudad-Estado que aspira a convertirse el país del futuro.

    Singapur, Malasia

    Después de casi 140 años bajo dominio británico y una breve unión con Malasia, Singapur se independizó en 1965 con una alta tasa de desempleo, escasos recursos naturales y rodeada de hostiles países de mayoría musulmana.

    Ubicado en la zona meridional de la península de Malasia, frente a las costas de Sumatra, tiene una superficie de alrededor de 700 kilómetros cuadrados y cuenta con sesenta y tres islas, conformada en una república parlamentaria.

    Las autoridades singapuresas convirtieron el país en el siglo XX en un próspero centro financiero y, en el siglo XXI, aspiran a transformarlo en una meca de la tecnología y la robótica.

    Vista general del distrito financiero de Singapur cubierto de niebla y del jardín vertical de la torre de pisos llamada “Tree House Condominium.
    Jardines verticales

    Para lograr su objetivo de convertirse en el país del futuro, Singapur fomenta la formación en tecnología desde edades tempranas.

    El Gobierno invirtió en 2015 cerca de un millón de dólares en un programa llamado PlayMaker en el que unas 160 escuelas de educación infantil fueron equipadas con juguetes tecnológicos que estimulan a los menores.

    Los equipos permiten a los niños desarrollar tanto habilidades técnicas, pensamiento lógico y hasta aptitudes para la resolución de problemas y el trabajo en equipo.

    No es casualidad que los estudiantes singapureses encabezaran en 2016 el informe Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA), centrado en el ámbito de la ciencia, la comprensión lectora y las matemáticas.

    La ciudad-Estado también lideró el año pasado el índice de tecnología de la información publicado por el Foro Económico Mundial, seguida de países como Finlandia, Suecia, Noruega, Estados Unidos, Holanda, Suiza y Gran Bretaña.

    La Agencia para la Tecnología, Ciencia e Investigación (A×STAR) desarrolló entre 2011 y 2015 más de 270 patentes anualmente y acoge a más de 2.300 científicos e ingenieros, de los que la mitad son extranjeros de medio centenar de nacionalidades distintas.

    Fusionopolis, un parque industrial privado, acoge a más de 1,100 empresas tecnológicas y 45,000 empleados, mientras que Biopolis es un complejo puntero también privado en la biotecnología sanitaria.

    Varias personas realizan ejercicios junto a una araña inflable que forma parte de la instalación llamada “Art-Zoo”.
    Un gobierno eficiente

    La falta de espacio es obvia en la ciudad-Estado, donde soluciones innovadoras incluyen el condominio Tree House, que acoge el jardín vertical más grande del mundo, o el parque Gardens by the Bay, donde se alzan los “superárboles”, unas estructuras en espiral que acogen un auténtico vergel. Estas zonas verdes absorben el calor y filtran el CO2 de la atmósfera, además de mejorar la fisonomía de la ciudad-Estado.

    “(...) la gente vendrá a Singapur y dirá ‘¡he viso el futuro y funciona!’”, dijo el ministro de Asuntos Exteriores de Singapur, Vivian Balakrishnan, durante la inauguración de una exposición tecnológica en Singapur en mayo de 2016.

    Singapur es uno de los países con menos corrupción y más eficientes del mundo.

    También lleva, desde la independencia, con el mismo Gobierno del Partido de Acción del Pueblo, conocido por sus políticas autoritarias, sobre todo en lo relacionado con la libertad de expresión.

    Reporteros Sin Fronteras (RSF) clasifica la libertad de prensa en la próspera Singapur en el puesto 154 de 180 países, superada por naciones como Rusia, Afganistán o Turquía.

    La ciudad-Estado cuenta con el mayor índice de millonarios, con uno cada seis hogares, y una banca abierta al capital transnacional, pero carece de salario mínimo por considerarlo contrario a su competitividad. Las autoridades locales también son conocidas por la rigidez a la hora de aplicar las normativas, incluida la prohibición de vender chicle, excepto los utilizados para la higiene dental o contra el hábito de fumar.

    Fotografía de la torre del reloj de la Sala de Conciertos Victoria (i) y de la silueta del hotel Marina Bay Sands cubierto por niebla.
    Coches autónomos

    Casi una decena de vehículos autónomos en prueba circulan por Singapur, convertida en un laboratorio a medida, según los expertos, para el desarrollo de esta futura tecnología de transporte de masas.

    Uno de ellos es un minibús sin conductor y con capacidad para quince personas, 11 sentados y 4 de pie, que recorre el campus de la Universidad Tecnológica Nanyang, en el oeste de la ciudad, y el complejo industrial adyacente denominado Cleantech Park.

    Singapur, que se asienta en su mayoría en la isla homónima, registra la tercera mayor tasa de densidad poblacional del mundo con 5.6 millones de habitantes, así como la tercera renta per cápita más alta del mundo.

    La empresa nuTonomy presume de haber sido la pionera en poner sobre el asfalto la primera flota de taxis autónomos del mundo y trabaja en el lanzamiento comercial de sus servicios en la ciudad-Estado, previsto para 2018.

    Desde mediados del año pasado, los coches de nuTonomy transitan de manera experimental por una zona financiera y residencial del norte de Singapur y planean “expandir significativamente” durante 2017 su flota para superar la decena de coches a la par que “estudian” junto con la Administración expandir el área de circulación.

    Hasta la fecha, los viajes han sido completamente gratuitos para los pasajeros, cuyas reacciones han sido “muy positivas”, según señala la empresa.

    Robots con modales. Si el androide C-3PO de la película “La Guerra de las Galaxias” fuera una mujer podría parecerse a Nadine, un robot social capaz de reconocer a personas diseñado por investigadores de la Universidad Tecnológica de Nanyang en Singapur.

    “Me alegro de verte”, responde Nadine al saludo de su creadora, la científica suiza Nadia Thalmann, mientras ambas estrechan sus manos.

    “Soy un acompañante social, puedo hablar de emociones y puedo reconocer a personas. Te he reconocido, eres Nadia, encantada de verte otra vez”, explica la androide.

    Con una voz femenina con cierto deje robótico, la androide responde a preguntas sobre geografía y hasta agradece a la doctora Thalmann que le diga que es “muy guapa”.

    De hecho, la investigadora se inspiró en su propio rostro para modelar el de Nadine, un prototipo de androide que es capaz de manipular objetos aunque aún no han conseguido desarrollar su capacidad para andar. Desde 2015, también hay unos robots llamados HOSPI, con capacidad para interactuar con humanos en el Hospital General Changi. EFE