La hondureña Sofía Quintana llegó a México el 10 de mayo de 2016 tras huir de las amenazas y el acoso de pandillas de San Pedro Sula, Honduras, que no toleraron que fuera gay.
Cuenta que le dieron dos opciones: la muerte o que se prostituyera y vendiera drogas a sus clientes.
Sin embargo, la joven de 22 años decidió dejar a su familia y amigos en busca de una mejor vida.
En su paso por Guatemala, dice, perdió todo lo que traía en un asalto.
Dato
Sofía recibió la condición de refugiado el 28 de agosto pasado. Gracias a ello pudo conseguir un empleo en un restaurante, aunque vive en una casa para migrantes.
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Sin conocer las razones, señala que las solicitudes de sus compañeros fueron rechazadas y por tanto deportados a su país. Quince días después, agrega, dos de ellos fueron asesinados.
'Si no tenemos eso (la condición de refugiados) prácticamente nos están mandando a la muerte. Si a mí me mandan a Honduras prácticamente me están mandando a la muerte'.
'Créanme que para uno como joven es muy difícil esforzarse desde niño por estudiar, tener un buen futuro, y que de repente, de la nada, vengan personas y te cambien tu vida para siempre'.