'¡Quieta, prieta!', así dile a la mente

Evita divagar sobre temas o situaciones que no puedes cambiar, de lo contrario vivirás en constante ansiedad e infelicidad

  • 13 mar 2017

'¡Quieta, prieta!'. Y con voz de mando. Así hay que hablarle a la mente, quien requiere tener al jinete siempre alerta para jalar las riendas, tal como sucede con los caballos, pues basta un poco de distracción y de inmediato el corcel comienza a morder las plantas que están al lado del camino e irse hacia donde se le da la gana.

La mente es igual. Déjala divagar para que de inmediato albergue un pensamiento negativo, tu vida se vuelva un desierto, tu cuerpo pierda defensas, te inundes de cortisol, te reste calidad de vida, salud y eficiencia en el desempeño, por decir lo menos.

No perdamos de vista que la principal función del cerebro es garantizar nuestra sobrevivencia y, por ende, tenderá a estar pendiente de todo lo que no está bien, de todo lo que falta o puede fallar, de lo que el otro tiene y yo no, en fin.

El doctor Daniel Gilbert, de la Universidad de Harvard, experto en felicidad, determina que pasamos 50 por ciento del día pensando en cosas que están más allá de lo que estamos haciendo en el momento. La mente se va a heridas en el pasado, a las angustias y los deseos del futuro.

Nos identificamos con los pensamientos como si lo que pensamos fuéramos nosotros. ¡Claro que eso nos causa mucho estrés! 'Divagar es un vaticinador de infelicidad. No es que divaguemos cuando somos infelices; sino que cuando nuestra mente divaga nos sentimos infelices'.

Si permitimos que la mente divague de manera constante, el cerebro, con su maravillosa capacidad de adaptación, comienza a habituarse a ello y a crear un territorio familiar, al cual llegará de manera automática. Entonces todo tu organismo entrará en un círculo vicioso. Veamos:

Tener los mismos pensamientos nos llevará a tener las mismas conductas, a tomar las mismas decisiones, a vivir las mismas experiencias y a tener las mismas emociones, que casi siempre son negativas, ¿cierto? Es entonces cuando podemos afirmar que los pensamientos nos definen y definen nuestra vida.

Sin importar si te encuentras en el paraíso terrenal mismo, lo que determina tu nivel de felicidad no es lo que sucede a tu alrededor, sino lo que pasa por tu cabeza.

Cuando esto sucede, nuestro cuerpo nos lleva a revisitar los mismos neurocircuitos, a producir la misma combinación de sustancias químicas, las mismas hormonas y, por ende, la misma fisiología para bien o para mal. Y si se trata de un círculo vicioso, nos llevará directo y sin escalas a la enfermedad.

No somos lo que pensamos
Los pensamientos los creamos tú y yo, nadie más. Y al ser tú y yo la causa, podemos gobernar nuestros pensamientos para experimentar salud, felicidad y éxito, ¿cierto? ¿De qué depende esto? De traer a la mente con la rienda corta, vigilarla con lupa para que nos acompañe a donde estamos y en lo que hacemos, o al menos procure hacerlo.

Eso significa traerla al momento presente, al aquí y el ahora, mantener tu cuerpo, tu conciencia y tus pensamientos en el mismo plano.

Si sales a correr y tu mente se va a la discusión que tuviste con tu adolescente la noche anterior o a los nervios que tienes por la presentación que darás pasado mañana, grítale a tu mente: '¡Quieta, prieta! ¿A dónde vas?', enfócate en la vista del camino, en la sensación en tus piernas, en como entra y sale la respiración de tus pulmones.

Te invito a tratar de estar de verdad en lo que estás y a enfocarte en una sola cosa a la vez. Todos buscamos tener paz en nuestras vidas agitadas y resulta que lo que nos la proporciona es tan sencillo como estar presente.