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Comedor para migrantes en México reabre pese a amenaza del crimen

  • 29 enero 2013 /

Los migrantes son víctimas de las bandas que les exigen 'impuesto de guerra'.

La tierra tiembla, los árboles se agitan, 'La Bestia' emite su alarido. Cientos de migrantes clandestinos se estremecen ante el paso despavorido de esa criatura metálica que se desliza sobre vías férreas y promete, a quien ose montarla a pleno galope, un viaje rumbo al sueño americano.

Huehuetoca, un aislado pueblo del centro de México rodeado de árboles y pinos, es uno de los muchos paisajes que penetra el legendario tren de carga conocido como 'La Bestia' en su trayectoria desde la sureña frontera con Guatemala hasta la línea donde inicia Estados Unidos, trayendo sobre su lomo a buena parte de los más de 140.000 hombres, mujeres y niños que cada año atraviesan México para probar mejor suerte en la primera economía mundial.

El comedor para migrantes centroamericanos San José, ubicado al ras de las vías, reabrió sus puertas el lunes luego de que la amenaza del crimen organizado, que asecha para extorsionar, secuestrar y asesinar a los desprovistos extranjeros, lo obligó a cerrar el 5 de noviembre. Conforme se dispersa la noticia, cada vez más centro y sudamericanos, cansados y hambrientos por el periplo, se acercan por un plato de comida.

Cuando se desató el crimen en la zona 'no hubo mucha respuesta por parte de las autoridades', cuenta a la AFP Andrea González, una de sus coordinadoras del comedor. 'Ahora parece que vamos a contar con apoyo de la policía estatal, que va a poner una patrulla las 24 horas', añade, mientras distribuye arroz, frijoles y tacos para decenas de entusiastas comensales.

Pero una patrulla no parece suficiente ante la ola de violencia que azota a todo el país, y que en el sexenio del expresidente Felipe Calderón (2006-2012) dejó más de 70.000 muertos en disputas entre bandas criminales y operativos militares para combatirlos.

'Aquí cobran una renta' para poder abordar el tren, confiesa a la AFP Héctor, un guatemalteco de 40 años cuyo periplo dura ya una eternidad de dos meses. Tras dudar largamente en revelar el nombre de la banda criminal que opera en la región, murmura: 'Los Zetas', un cártel encabezado por exmilitares mexicanos que desertaron en la década de 1990. 'Tratan de sacarle 100 dólares para dejarlo pasar, y si no lo paga, ahí nomás se va p'abajo, lo matan a uno', dice en voz baja.

'Me ha tocado tener que huir. Ayer precisamente estábamos pasando por aquí, y nos dimos cuenta que en un basural que hay por allá arriba, mataron a uno por asaltarlo. Mucha gente tiene miedo', dice mientras arroja una piedra a la vía férrea y clava la mirada en el norte. Siempre al norte.

Los habitantes del estado de México se han quejado por el incremento de la inseguridad desde la llegada de los migrantes indocumentados, por lo que en julio pasado fue clausurado el albergue San Juan Diego, en Tultitlán. Además, desde esa región 'siguen llegando quejas de supuestos abusos por parte de la autoridad' contra migrantes, reconoce Juan Manuel Torres, de la Comisión de Derechos Humanos de ese estado.

'Por esas bandas criminales es que al chapín (guatemalteco), al hondureño, al salvadoreño no lo quieren aquí', deplora Héctor haciendo grandes gestos con sus manos curtidas, 'de machetero', un oficio por el que ganaba '200 lempiras al día (10 dólares)', apenas suficiente 'para el desayuno' de sus seis hijos.

Sin embargo, según González, los vecinos de Huehuetoca 'no se han quejado hasta ahora' por el comedor, construido en ladrillo y con techo de tejas, del que se asoma una estatuilla de San Judas Tadeo. A diferencia de la mayoría de los 54 albergues para migrantes que hay en México, este es administrado por estudiantes y académicos de diversas universidades, y no por la Iglesia.

A lo lejos, cuatro jóvenes centroamericanos de entre 16 y 18 años juegan a caminar como equilibristas sobre uno de los dos carriles metálicos de las vías, mientras Carolina, una chica de 25 años de La Ceiba al norte de Honduras que tomó 'este camino escapando de las maras (pandillas) que mataron' a su familia, no puede contener las lágrimas de sus ojos miel profundo al pensar en la hija que abandonó en la huida.

Antes, la gran mayoría de los migrantes eran hombres de unos veinte años, pero según González, ahora se ven más mujeres (poco más del 5%), varones de entre 14 y 65 años y hasta profesionales: médicos y abogados.

Héctor, con su permanente sonrisa sin dientes, lleva cuatro días en Huehuetoca esperando montar a 'La Bestia', que pasa cada vez más rápido para evitar a los viajeros clandestinos.

'Si va muy arriado, no nos podemos subir, porque también está cabrón morir', dice. 'Mi destino es llegar hasta arriba, al otro lado', donde el presidente Barack Obama defenderá este martes una reforma migratoria para los 11 millones de inmigrantes ilegales que viven en Estados Unidos. 'A ver qué dice Dios', concluye Héctor.