19/03/2024
12:45 AM

Hondureño sufrió para llegar a EUA y solo estuvo 20 minutos

Carlos Vargas sufrió dos meses para llegar a Estados Unidos con la ilusión de construir su casa.

Estaba inmóvil, de brazos cruzados y con la mirada perdida. Lo preocupaba no tener ni un centavo en los bolsillos ni saber cómo hacer para regresar a su casa en una montaña perteneciente al municipio de San Agustín, Copán.

Carlos Vargas (32), quien llegó el miércoles pasado al aeropuerto Ramón Villeda Morales con aterrizó cerca de las dos de la tarde en San Pedro Sula. Al salir de la aeronave fue requerido por Migración junto con sus compañeros de viaje. Luego los transportaron en un pequeño autobús a la Casa del Migrante, que está a un kilómetro del aeropuerto.

Como parte del fin del suplicio que le tocó vivir, de repente se vio parado frente a la entrada del centro, en medio del murmullo y el ajetreo de los recién llegados. Allí, Carlos esperaba en silencio que le dijeran cómo haría para volver a su hogar en un rincón rural de Copán.

-Buenas tardes, somos de La Prensa. ¿A dónde va usted? -le preguntamos.

-Voy adelante de San Agustín, Copán -respondió con una mezcla de pena y desconfianza.

Le propusimos llevarlo. Tardó un poco en contestar, pero a final aceptó.

Al contrario de otros que venían bromeando, él reflejaba una tristeza profunda. Había fracasado en su búsqueda del sueño americano y eso significaba decirle adiós a la oportunidad de sacar adelante a su esposa Consuelo López (27) y a sus cuatro pequeñas de siete, cinco, dos años y una recién nacida de dos meses.

Salimos cerca de las cuatro de la tarde de San Pedro Sula.

Al inicio habló poco. Una vez que tomó confianza dijo que había estado intentado llamar a su esposa y a otros familiares para avisarles que llegaría ese día, pero en Guatalones -aldea donde vive- hay poca señal, por lo que no logró hablar con ellos.

“Si ustedes no me traen, no sé cómo me hubiera venido porque no traía ni un peso”.

Contó que se fue al país de los “sueños” con el deseo de construir una vivienda de material porque la que tiene es de adobe (tierra), aunque está repellada con cemento.
“El día que me fui les prometí a mi esposa y a mis hijas que solo iba a estar cuatro años allá. Quería construir mi casita de material y darles mejor vida”.

Se motivó a viajar porque un hermano de su esposa estuvo allá un año y logró comprar un terreno para hacer milpas y sembrar café.

“Hablan tan bonito de Estados Unidos que uno cree que es fácil y que todo se pude lograr estando allá, pero no es así”, expresó con desaliento.

Interrumpimos la plática para comprar comida, pues Carlos llevaba tres días sin comer y dormir debido a que en el último de los tres centros donde estuvo detenido solo le daban sándwiches, arroz sin sal y tortillas de harina.

“Era todo muy feo. Para sentirle sabor al arroz había que echarle bastante mayonesa. Prefiero estar comiendo tortillitas con sal en mi casa, pues siendo de mi mujer todo es rico. No he podido dormir bien porque mis compañeros que eran de El Salvador platicaban mucho y se levantaban tarde y en mi pueblo a las seis todos están acostados porque no hay luz”.

Tuvimos que hacer una pausa en nuestro viaje. Luego de dos horas, Carlos se puso pálido y se sintió mal. Vomitó varias veces y luego se durmió.

El sol comenzó a descender. El camino era largo. Llegamos a las ocho de la noche a Santa Rosa de Copán y decidimos hospedarnos en un hotel, ya que para llegar al pueblo de Carlos faltaban unas tres horas de camino en vehículo. El campesino aventurero llevó a la habitación su equipaje: una mochila azul de cordones negros que le regalaron en la Casa del Migrante. Adentro traía un cepillo de dientes, jabón y otras cosas de aseo personal. Subió las escaleras a paso lento, pues estaba débil. “Me podrían regalar mejor un bote de suero”, respondió cuando le propusimos ir a cenar.

Le trajimos pastillas, pero el malestar se había apoderado de su cuerpo. En el camino a Estados Unidos había pasado días muy duros. Se fue en noviembre y apenas caminó 20 minutos sobre suelo norteamericano cuando Migración los arrestó.

“Habíamos llegado a Brownsville, Texas, y rapidito nos agarraron. Los gringos nos dijeron que el sueño americano ya no existe. Es triste porque ellos entran aquí cuando quieren y para nosotros es un pecado pisar su tierra, como si Dios no dejó el mundo para todos”. Ya en Santa Rosa prácticamente se desplomó sobre la cama. Durmió hasta las dos de la mañana, hora en que todos nos levantamos para seguir el viaje.

En medio de la niebla que por momentos nos quitaba la visibilidad en el estrecho camino de tierra y poblado de árboles y montañas, pasamos por el pueblo de Dulce Nombre y luego por San Agustín. A medida que nos acercamos a la aldea de Guatalones, el camino se volvió más peligroso y menos accesible. “Ahorita la carretera está bonita. Vieran cuando llueve. No entran carros. Ahí, como nadie tiene carro, nos venimos caminando. En tres horas estamos en San Agustín”, comentó Carlos, que parecía ya recuperado de salud. A medida que avanzaba a su casa, le era imposible ocultar la alegría de saber que unos minutos lo separaban de su hogar y de su familia.

Al volver a su hogar

“Este es mi ranchito”, repetía una y otra vez Carlos, cuando por fin llegamos a la aldea Guatalones.

Estaba oscuro, eran las cinco y media de la madrugada y el sol aún no aparecía. Carlos casi saltó del carro y en segundos ya estaba abriendo el portón de madera y alambre de púas de su humilde casa. Se dirigió a la puerta gritando: “Consuelo, Consuelo, salí, ya llegué”.

A los minutos su esposa salió, se asustó un poco al verlo porque no lo esperaba y menos a esa hora. De inmediato se lanzó a sus brazos y lo recibió con un beso.

El flash de la cámara la asustó, no se había percatado de nuestra presencia y aunque no entendía quiénes éramos y qué hacíamos ahí, nos invitó a pasar.

“¿Esta bien? ¿Le hicieron algo allá? Yo le dije que no se fuera”, reclamó Consuelo.

Carlos con voz quebrantada le dijo que nunca más intentará irse de nuevo. Ambos se miraron con tristeza, pues Carlos tuvo que pedir prestado para pagarle al “coyote” que le ayudaría a cruzar, y ahora tiene esa deuda pendiente.

“No tengo dinero, me endeudé pensando en salir adelante, pero lástima, no se pudo”, expresó agobiado.

¿Consuelo fue a acomodar la leña para encender la hornilla y hacer café, pues era lo único que tenía para ofrecer. El menú de ese día, como muchos otros, era solo de tortillas con sal. Mientras Carlos no estuvo tomó las riendas de su casa y salió a cortar café, pese a que solo han pasado dos meses de haber parido a su última hija.

“Estado cortando café para juntar unas fichitas y poder comer”, dijo la humilde mujer.

Cerca de las siete, las niñas se levantaron, no podían creer que su papá estaba ahí. “Mis ratoncitas”, dijo con ternura Carlos mientras las abrazaba.
Él es un hombre de trabajo; no tardó en ponerse a cortar madera y a limpiar el solar.

Dejamos la casa pensando que para esta familia su futuro será mejor si todos luchan juntos. Para quienes deseen ayudar pueden llamar al celular: 9991-2218.

En dos semanas de 2013 ya van 600 deportados

Según sor Valdette Willeman, coordinadora del Centro de Atención al Migrante Retornado (CAMR), a la semana siguen llegando de cinco a seis vuelos, cada uno con más de 50 compatriotas.

Por ello, ya en las primeras dos semanas de enero se reportan unos 600 hondureños deportados. Las autoridades esperan que la cifra de retornados baje este año.

La religiosa asegura que mientras en el país no existan ofertas de trabajo y mejore la inseguridad, los hondureños seguirán arriesgándose en busca del “sueño americano”.

“Si el Gobierno no se preocupa por generar empleo tendremos las mismas cifras. La gente se va buscando trabajar, salir adelante. Esperamos que mejore la situación para que aquí encuentren cómo sobrevivir”.

Explicó que la mayoría de las personas que van a los Estados Unido, son personas jóvenes entre 18 a 35 años.

“Las mayoría de las personas que son deportadas son jóvenes. Ellos son apresados por Migración cuando intentan entrar a territorio estadounidense”. Agregó queVer más noticias sobre Honduras