Mujeres, aprendan a detectar a un hombre inmaduro

Muchos son 'niños eternos' que aparentan una cosa, pero no quieren dar el paso a la madurez

  • 30 sep 2014

Redacción.

Hoy en día encontramos algunos hombres y mujeres que se desenvuelven en diversos ámbitos como “Peter Pan modernos” y protagonizan el personaje de “niños eternos” y que nunca maduran. El psicólogo Dan Kiley denominó Síndrome de Peter Pan al conjunto de comportamientos que se caracterizan por una inmadurez marcada, dependencia emocional, miedo a crecer y un desfasaje entre la edad cronológica y emocional.

Esta tendencia avanza en hombres y mujeres a distintas edades, aunque es más frecuente encontrarlo en la población masculina. No son adultos con rasgos infantiles, sino adultos que no quieren dejar de serlo. Asumen sus obligaciones descuidadamente sin poder diferenciar el haber crecido de ser maduro. Tras esas sonrisas imperecederas y esas inmensas ganas de disfrutar los placeres de la vida se esconden, en realidad, sus inseguridades y temores a la soledad.

Inicialmente, estos hombres seducen con la gracia, la espontaneidad y el amor por la libertad de un niño explorador. Pero con el tiempo aquello que nos parecía un rasgo simpático deja de serlo. Descubrimos que esta inmadurez afecta negativamente desde el ámbito laboral hasta las relaciones interpersonales. Pueden adoptar diferentes perfiles y tener afectadas distintas áreas de su vida. Algunos logran alcanzar el éxito profesional o económico durante largo tiempo, solo arrimándose a alguna crisis tardíamente.

En el trabajo

- Pueden aparentar seguridad y liderazgo, tener un buen puesto y ser buenos socializadores. Pero, aun así, no saben qué hacer con su vida, ya que se han dejado llevar por la suerte y las sugerencias. Les cuesta tener aspiraciones y ponerse objetivos. Exageran sus éxitos cuando los tienen y esconden o disfrazan las limitaciones.

- No suelen sentirse listos para tomar decisiones serias por temor a equivocarse y a los cambios; o pueden tomarlas impulsivamente basados en un fin caprichoso.

- Suelen proyectar la culpa en los otros al presentar dificultad en admitir errores y aceptar sus consecuencias.

- Amantes del facilismo, desean nuevos desafíos pero el esfuerzo que conllevan disuade su valentía.

- El humor puede mutar de un optimismo extraordinario a un enojo desmedido. Hacen algo similar a un “berrinche” frente a situaciones de esperas u opiniones diferentes que puedan obstaculizar sus proyectos.

- Pueden ser solitarios o grandes oradores, pero el denominador común es que necesitan sentirse admirados y reconocidos en su tarea para esconder su baja autoestima. Así como los niños buscan llamar la atención y que siempre se responda a sus antojos, el adulto inmaduro tiene la necesidad de ganar y que todo se haga a su manera.

- Si es posible delegan, evaden o postergan el asumir más responsabilidades. No les gusta confrontar ni que los confronten. Así como Peter Pan vuela alejándose según su conveniencia, estos “niños-eternos” no dudan en escaparse al momento de hacer frente a las adversidades.

En relación a la pareja…

- Raramente hablan de sus sentimientos, más bien lo hacen de sus necesidades.

- A pesar de aparentar seguridad en sí mismos, necesitan mucha atención y muestras de cariño permanentes. Suelen encontrar a su Wendy o Campanita como todo Peter Pan, ya que siempre hay mujeres dispuestas a maternizar su pareja o seductoras incesantes que tampoco hallan propios horizontes estables.

- Les resulta difícil sostener un compromiso sólido, al estar más centrados en recibir que en proveer. Suelen disfrutar más de los tiempos de conquista y lo nuevo que de los compromisos que implica el cuidado de una relación.

- Suelen ser inestables. Prefieren “ir y volver”, así reciben bienvenidas o reconciliaciones. A veces eligen parejas más jóvenes que les permitan perpetuarse sin necesidad de dar otro paso.

- Formar una familia, lejos de entusiasmarles, les preocupa. Pueden postergan lo más posible la convivencia y los compromisos del crecer o asumirlos tempestivamente.

- A veces estas inconsistencias no se detectan rápidamente. La imagen de un trabajador, estudiante o padre de familia puede llevar al espejismo de un sujeto responsable y prototipo de los mandatos sociales aceptables. El tiempo nos irá advirtiendo si estamos frente a los encantos de un hombre aniñado o una adultez egoísta; o ante un hombre maduro o un “como si” lo fuera.