19/04/2024
07:33 PM

Desafío diario

    San Pedro Sula, Honduras.

    Fervoroso, apoteósico y grandioso, tres adjetivos con los que calificar y recordar por años la conmemoración del 193 aniversario de la independencia, en camino ya con la meta a la vista del bicentenario. Bastó motivar a los niños y jóvenes y eliminar la contaminación política para que apareciese con esplendor el espíritu creador, festivo y jubiloso que prendió en la masiva participación en ciudades y pueblos.

    La satisfacción de lo bien hecho se vio reflejada en los maestros que acompañaban a los alumnos, primero los más pequeños que con su inocencia e improvisación pusieron la nota de alegría y color a la fiesta iniciada el fin de semana. Siguieron los alumnos de las escuelas, en quienes se va sembrando el fervor patriótico no limitado a esta celebración y desfile sino a la enseñanza diaria en los actos cívicos colectivos de la escuela y en las aulas.

    Las celebraciones del 15 pusieron el listón muy alto para los próximos años, pues la ola de civismo, respeto y admiración que envolvió la jornada desbordó todas las previsiones en las calles y en el Estadio Nacional que hubo de colocar el cartel de lleno y restringir el acceso, pues los espacios destinados a la población fueron ocupados desde primeras horas de la mañana.

    Recordamos la expresión acreditada al escritor Franz Kafka: “Cualquiera que conserve la capacidad de ver la belleza jamás envejece”. El desarrollo de los desfiles fue un diluvio de talento, civismo, belleza y nostalgia, tal como lo expresaron los exalumnos del José Trinidad Reyes que por años ansiaron el regreso de los estudiantes para devolver “la alegría patriótica a los sampedranos”.

    Si todo el año fuera así, otra sería la imagen de nuestro país, la convivencia entre los hondureños, el optimismo para enfrentar los problemas y la participación masiva en el quehacer nacional para alcanzar el desarrollo, el progreso y la prosperidad. Sin embargo, en vez de menospreciar el esfuerzo y entusiasmo de los jóvenes e, incluso, satanizar con la explicación de que es un día al año, debiéramos comprender que la juventud es la edad de lo posible, que los hondureños identificamos con lo bueno para todos y lo mejor para las próximas generaciones con las que tenemos el compromiso de heredar un país en paz, justicia y honradez.

    Hay orgullo y alegría, mucho más que cansancio y callos en las manos, en la juventud, en los docentes, en los padres de familia, en las autoridades y en la población, pues el homenaje a la Patria fue cívico, alegre, colorido y con masiva participación. La fiesta, como desafío diario, debe continuar con voluntad firme y confianza inquebrantable de que podemos y debemos enfrentar los problemas para solucionarlos con el esfuerzo de todos los hondureños.

    La celebración de las fiestas patrias nos enorgullece, pero también es “el momento de transformar esta nación; hay que cambiar primero cada uno de nosotros para lograrlo”.