25/04/2024
02:29 AM

Más claro...

    San Pedro Sula, Honduras.

    ... y colorín colorado... podría ser el punto final al encuentro sostenido en la Casa Blanca entre los presidentes del Triángulo Norte del istmo centroamericano y de la Unión Americana para abordar la “crisis humanitaria” o mejor la “tragedia colectiva” de miles de niños y adolescentes desplazados en sus lugares de origen, abusados y masacrados en el país en tránsito y rechazados en el punto final en el cual tenían puestas sus esperanzas.

    Si hasta el viernes en la mañana, pocos minutos antes de iniciar el diálogo, se mantenía la ilusión a un alto nivel, concentrada en una iniciativa común de las tres naciones centroamericanas, en “un plan similar a la Alianza para el Progreso”, al final ni siquiera quedó espacio, como en otras ocasiones, para señalar que se iniciaba la etapa más importante: pasar de las palabras a los hechos.

    Aquello de la responsabilidad compartida que hemos venido escuchando hasta el cansancio en los últimos días fue interpretado de muy distinta manera desde el lado del Poder Ejecutivo norteamericano a punto de naufragar en su proyecto de reformas migratorias y desde la orilla de estos pequeños países asediados por la violencia, el desempleo y el tráfico de la droga en el corredor sur-norte.

    Lo que no lograron las protestas en las calles de las grandes ciudades norteamericanas tampoco lo consiguieron los presidentes: las deportaciones aumentarán. Se dejó una hendidura en el muro a través de la cual entra una diminuta y frágil figura de estatus de refugiado para el que califican “en algunas pocas circunstancias en las cuales haya motivos humanitarios”.

    La buena nueva que los mandatarios centroamericanos esperaban escuchar y transmitir a sus ciudadanos no apareció, pues las expectativas creadas fueron excesivas en un contexto desfavorable, condicionado por el ambiente electoral, que debió considerarse para no soñar en lo ajeno y ajustarse a lo propio, punto de partida para solucionar los graves problemas, políticos, económicos y sociales.

    “Los países centroamericanos deben comprometerse a disminuir la migración. Si todos trabajamos en conjunto y coordinados podemos enfrentar los desafíos para resolver la situación”, es la síntesis, “más sintetizada”, en palabras del presidente Barack Obama.

    Hay que hacer la tarea, pero como en otras ocasiones, quizás esperen el papel y el lápiz para comenzar. El Gobierno habrá de priorizar los compromisos y los programas para dejar de ser marioneta de la planilla y de los compromisos de campaña.

    Un “Plan Centroamérica” existente en la imaginación de los mandatarios del istmo habrá de esperar porque la preocupación en Washington es que “la migración sea ordenada y legal”, Nada que reclamar, pues es su derecho. Sin embargo, la inestabilidad, la pobreza, el desempleo y la violencia empujarán irremediablemente hacia el norte que cuando más invierta en estos países menos gastos tendrá en la seguridad de su frontera... y colorín colorado...