O muestran incapacidad en la lucha antievasión o la miopía continúa impidiendo ver la debilidad de la economía hondureña que necesita urgentemente superar la postración para mostrar crecimiento efectivo evidenciado en la creación de oportunidades de empleo, en el aumento de la inversión y en el incremento del poder adquisitivo de los hondureños.
Las autoridades de la Dirección Ejecutiva de Ingresos (DEI) han iniciado los lamentos por lo que califican de “baja significativa” en la recaudación del Impuesto sobre la Renta, aunque todavía faltan unos días para concluir el período de realizar la declaración y pagar. Como en ocasiones anteriores, el dedo acusador se dirige exclusivamente a la evasión que elude muy eficazmente las ofensivas con que se intenta atemorizar a los contribuyentes.
“Hemos observado con mucha extrañeza que ha tenido una baja significativa. Hemos comenzado los operativos fuertes para verificar que las empresas no estén maquillando sus estados financieros para evadir el pago del mismo. Nos ha llamado poderosamente la atención el hecho que ha tenido una merma bastante considerable”, reconoce Miriam Guzmán, titular de la DEI.
Nada hay imposible, reza el dicho, y en el campo fiscal las posibilidades, en colusión con el sistema, casi marcan la línea de lo infinito, con antecedentes que tocan los orígenes mismos del nacimiento de las obligaciones tributarias. Las autoridades están para cumplir y hacer cumplir la ley por lo que aunque complicado, por los intereses, es su obligación como funcionarios enfrentar a los evasores y defraudadores.
Sin embargo, la rápida identificación de la causa de la baja en la recaudación quizás no sea la correcta o, por lo menos, no engloba todos los elementos que contribuyen a una situación que se origina anualmente con la elaboración y aprobación del presupuesto en el que los ingresos se calculan en base a los egresos cuando lo lógico y racional es lo contrario.
El endémico déficit fiscal es explicado en círculos oficiales en el deficiente ingreso de recursos que no cubren el gasto corriente precipitando al país a un endeudamiento de más 162 mil millones de lempiras, según las cuentas, al 31 de diciembre pasado, de la Secretaría de Finanzas. Hay más que nerviosismo en el Gobierno, pues el pago de capital e intereses se lleva una buena “tajada” de los ingresos que no cubren la planilla en continuo aumento.
Es hora de aplicar una política realista, aunque sea dura y apriete, en el mundo de las finanzas públicas con reflejo, sin maquillaje, en el presupuesto anual, pues con visiones de iluminados se inflan partidas que, como burbujas, están a punto de reventar por las deudas con aumento desbordado de la pobreza y exclusión. No más engaños mientras no mejore la economía, lo cual no significa disminuir la lucha contra la evasores y defraudadores fiscales.