19/04/2024
03:55 PM

Marco vende pupusas para pagar sus estudios y poder graduarse de abogado

Este joven sueña con seguir estudiando y legislar un día en el Congreso Nacional.

San Pedro Sula, Honduras.

Marco Tulio Gámez (37 años), originario de Lempira, es un futuro abogado que vende pupusas para pagar sus estudios universitarios, los cuales está a pocos meses de culminar.

Todos los días, al llegar a su negocio, rápidamente se quita el saco y la corbata. Luego busca el delantal y se coloca el gorro en la cabeza. Se para frente al comal que instaló afuera del local con el objetivo de llamar la atención de los clientes y la magia de la cocina comienza.

Contacto
El negocio de este emprendedor llamado La Pupusa Rica está ubicado en la 9 calle, 14 avenida, del barrio Suyapa. Para contrataciones llamar al 9986-3044.
Marco posee una gran destreza y un sazón exquisito para la cocina, característico de tierra adentro.

Su carisma y humildad son otras de las razones por las que los clientes regresan una y otra vez a su negocio llamado La Pupusa Rica.

“Hay personas que me llaman para saber si estoy en el negocio porque dicen que el sazón del platillo no es el mismo si no lo hago yo. No sé si será verdad, lo que sí les puedo asegurar es que me esmero por ofrecer un producto de calidad”, contó.

Marco asegura que ha dedicado su vida a estudiar, aprender y emprender.

Sin duda alguna, si las personas a las que él asesora durante el día en el bufete donde realiza su práctica profesional lo vieran en su faceta de cocinero pensarían que se trataba de una broma: un hombre que por las mañana es abogado y por las tardes cocinero.

Una vida de esfuerzo

Marco tenía solo 12 años cuando decidió aventurarse y salir de su pueblo natal, en el municipio de San Rafael, Lempira, obligado por la insistencia de sus padres, quienes querían que siguiera sus pasos y se dedicara a la agricultura.

“Vengo de una familia muy humilde que no ve el estudio como un medio para salir adelante. Sin embargo, mi sueño siempre fue estudiar, y allá en mi pueblo mis padres no iban a apoyarme, por eso decidí venir a trabajar a San Pedro Sula”.

“Mi primer trabajo fue de conserje. Poco tiempo después me inscribí en la escuela nocturna para terminar el sexto grado. Después seguí con ciclo común”.

Este emprendedor se levanta muy temprano todos los días para poder cumplir con las actividades de su práctica profesional.

“No fue fácil, pero logré titularme de perito mercantil en el Instituto Departamental Debe y Haber. Eso me permitió encontrar un mejor empleo. Trabajé por muchos años en el puesto de control de calidad y auditoría en la maquila, mi vida en ese tiempo mejoró mucho”, resaltó.

Pese a que ganaba bien y tenía un trabajo seguro, Marco tenía metas más altas: deseaba cursar los estudios superiores, pero su empleo, en aquel momento, le demandaba mucho tiempo.

Fue por eso que este emprendedor decidió renunciar y poner frente a su casa un puesto de venta de pupusas y así pagar sus estudios en la universidad.

“Creo en las historias de éxito, y quiero que la mía sea una. Escogí esta carrera porque quiero servir a la gente, ayudarlos a defender sus derechos”, aseguró.

Explicó que aunque muchos ven mal esta profesión tiene algo muy claro, “las personas honestas, que tienen principios, siempre actuarán con la verdad y con ética en cualquier circunstancia”.

Por las tardes se le puede encontrar en su negocio haciendo y vendiendo pupusas.

Con orgullo y con cierta melancolía contó que muchas veces ha tenido que decidir entre comprar un libro y comer, pero la decisión siempre fue la misma: sus libros.

“He aguantado hambre muchas veces y todavía sigo con algunos aprietos en el negocio, pero sé que saldré adelante. El que no tropieza no aprende”, dijo.

Marco ahora cuenta con un espacio más grande para su negocio, el cual abrió hace unos meses, pero no todo ha sido bueno en esta aventura de emprendimiento.

Hace un par de días, trabajadores de la Municipalidad le hicieron un citatorio. Le exigen que quite la carpa que ha puesto en la acera frente a su local y que pague por dos pequeños rótulos que tiene, uno de ellos hecho a mano en cartulina.

“Le pido a las autoridades que me ayuden. El negocio no es lo suficientemente rentable, además, lo uso para pagar mis estudios. Yo solo quiero trabajar”.