“En nuestro país no hay trabajo y no queda otra que viajar a otro lugar para buscar oportunidades y sacar adelante a nuestras familias”, relató José Torres, un migrante que fue deportado de México y no logró llegar a Estados Unidos.
A la frontera de Corinto, Omoa, llegan cientos de compatriotas al año que no logran cumplir el sueño americano y son deportados desde México, la mayoría porque son detenidos por las autoridades del país azteca.
Con sus ropas sucias y rostros de angustia se bajan del bus que los trae desde Guatemala, a donde los envía el Instituto Nacional de Migración en primera instancia.
En lo que va del año han llegado a Honduras más de 2,000 personas deportadas a Corinto desde México, en comparación al año pasado la cifra aumentó un 42%; entre ellos vienen hombres, mujeres y muchos menores de edad.
Al país, según cifras del Centro de Migrante Retornado, han llegado 5,300 de Estados Unidos vía aérea.
“En el camino nos encontramos con muchos inconvenientes, hacemos grandes sacrificios porque viajar no es de gratis, algunas personas hipotecamos hasta nuestras casas y venir deportados es lo más triste que nos puede pasar”, dijo Torres con su voz entrecortada.
Esperanza
A diario llegan a Corinto tres buses procedentes de México. En la frontera hay un módulo de la Cruz Roja, los miembros se convierten en la primera luz de esperanza que tienen los migrantes al llegar al país.
Todos los días una persona de la Cruz Roja sube a los autobuses para avisar a los deportados sobre los servicios que ofrecen. Mauricio Paredes, coordinador de la institución, dijo que el módulo comenzó a funcionar hace ocho meses, ya han atendido a más de 7,300 personas, lo que representa el 50% de los migrantes, porque la otra parte no ocupa de los servicios.
“Nuestras atenciones son gratuitas, pero opcionales. Damos cuatro servicios básicos que son asistencia médica, orientación de la ubicación del municipio de Omoa, repartimos paquetes básicos de higiene y damos una llamada telefónica no mayor a los tres minutos para que se comuniquen con sus familias”, explicó el funcionario.
La oficina es financiada por el comité internacional de la Cruz Roja. Gran parte de las personas deportadas solo llega a Corinto y en el mismo instante cruza la frontera para volver a probar suerte e intentar llegar a su destino final, Estados Unidos.