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En Honduras 'estamos de luto permanente': viuda de Landaverde

  • 29 abril 2013 /

El aumento de la violencia será tema prioritario en la reunión de los gobernantes centroamericanos con el presidente Barack Obama.

'Andamos de velorio en velorio, salimos de uno para entrar a otro. Estamos al tope', dice Hilda Caldera. Su esposo, un destacado asesor de seguridad,
Alfredo Landaverde,
analista y asesor del ministerio de Seguridad de Honduras, lo mató un sicario hace 16 meses, unos días después de señalar a sospechosos de narcotráfico en un foro de televisión. El autor material, un joven de 21 años, está preso, pero no ha revelado quién ordenó el crimen.

Mas muertos que en países en guerra

La violencia del crimen organizado, que incluye a los carteles de la droga y a las violentas pandillas juveniles, golpea con mayor crudeza a Honduras, Guatemala y El Salvador; pero la acción del narcotráfico también alcanza a Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Belice.

En el Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador), con tasas de muertes violentas superiores a las de países en guerra, la ciudadanía está manos arriba, impotente ante la delincuencia.

Honduras tiene el récord mundial con 92 homicidios por cada 100.000 habitantes; El Salvador 69 -aunque una tregua entre pandillas redujo considerablemente los asesinatos-; y Guatemala 39, según el informe 2012 de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito.

Miembros de las pandillas, sobre todo las Mara 18 y Mara Salvatrucha, extorsionan a transportistas, comerciantes, empresarios y familias, en barrios y ciudades de Guatemala, Honduras o El Salvador.

'En mi colonia, a las cinco de la tarde llegan los 'mareros' y nadie puede salir de su casa después de esa hora sin arriesgar la vida. En el día andan de dos en dos cobrando el 'impuesto de guerra'. El que no lo paga está muerto, lo matan sin contemplaciones', dice a la AFP un vecino del barrio Calpules, sureste de Tegucigalpa, quien pidió anonimato.

El alcalde de la ciudad, Ricardo Álvarez, lanzó el programa 'Barrio Seguro', que consiste en colocar portones y una caseta de guardia en la entrada de algunas colonias. Pero los crímenes siguen.

Según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional, 115 masacres de cuatro o más personas ocurrieron en 2012, con un total de 432 muertes, el 50% de ellas por el crimen organizado a través de sicarios.

Víctimas de la narcoguerra

Muchos son víctimas inocentes de la guerra del narcotráfico, como la vendedora de frutas que murió hace dos semanas en una calle del noroeste de Tegucigalpa, en un tiroteo entre bandas del narcomenudeo.

Según el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), al menos cuatro civiles han muerto en operaciones antidrogas en la Mosquitia (Caribe), en las que participa la DEA.

Hace una semana sicarios mataron al prominente fiscal Orlan Chávez, quien llevaba casos contra el crimen organizado. En diciembre del 2012 en Guatemala fueron quemadas vivas una fiscal y otras seis personas, según las autoridades por luchas territoriales entre el cartel de Los Zetas y el de Sinaloa.

La muerte a tiros del trovador argentino Facundo Cabral, en julio 2011 en Guatemala en medio de un conflicto entre narcos, 'evidenció una amplia red con conexiones' en toda Centroamérica y 'en todas las esferas: tráfico, lavado de dinero y sicariato', comentó a la AFP Carlos Menocal, ex ministro del Interior de Guatemala.

Los carteles han infiltrado órganos del Estado y comprado la complicidad de jueces, fiscales y agentes de las fuerzas de seguridad, admiten las autoridades. Hace poco más de un año se descubrió en Honduras que postas de la policía actuaban con el crimen organizado.

'Aprovechándose de su investidura, de sus medios, de los recursos que tienen, participan en secuestros, asesinatos, sicariato, asaltos, robos de vehículos', dijo María Luisa Borjas, comisionada policial que en 2002 denunció la existencia de 'escuadrones de la muerte' en la Policía hondureña.

Organismos de derechos humanos han denunciado que ante el auge de la violencia los gobiernos de la región han optado por políticas de represión y, en Honduras, El Salvador y Guatemala, por la 'militarización' de la seguridad.