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Más de 30 mil menores de edad trabajan en San Pedro Sula

  • 04 mayo 2013 /

De 10 a 20 jóvenes llegan a diario en compañía de sus padres a la Secretaría del Trabajo a solicitar el permiso para laborar.


“Tenía 14 años cuando empecé a trabajar. Necesitaba ayudar con los gastos de la casa y me vine de La Esperanza, Intibucá, a la ciudad para emplearme en una casa”, recordó “Mariela”.Apenas tiene 17 años, pero ya conoce de cerca los embates de la vida. Tuvo que dejar a su familia y su hogar en un intento de huir de la pobreza.

Cuando trabajaba decidió terminar la escuela. Hoy cursa el segundo año de ciclo común y su salario le permite apoyar a sus seres queridos, que aún viven en La Esperanza, y costear sus estudios. “Sueño con ir a la universidad. Quiero graduarme de administradora de empresas y ser alguien en la vida”, dijo.

Su forma de hablar delata su lugar de procedencia, adonde aún añora volver. “Muchas veces he extrañado mi pueblo, pero sé que para salir adelante es necesario hacer sacrificios y por eso sigo trabajando”.

Con orgullo contó que lleva muy buenas notas en el colegio.

“No tengo pena para nada. Me gusta formar parte de proyectos en el colegio. Sé que aún me falta mucho, pero los años pasan de prisa y sé que me graduaré. Además soy buena estudiante”.
La crisis financiera de los últimos años ha hecho que aumente el trabajo infantil consentido por los padres.

En San Pedro Sula, unos 30 mil menores de edad trabajan sin permiso y unos 10 mil lo hacen con el consentimiento de la Secretaría de Trabajo y de sus padres para ayudar a sostener la economía de sus hogares.

Según el director regional de la Secretaría del Trabajo, Norman Portillo, diariamente llegan de 10 a 20 jóvenes de entre 14 y 18 años, acompañados por sus padres, para solicitar el permiso de trabajo.

“Los muchachos son ahora una parte importante de la economía del hogar, pues además de que trabajan papá y mamá es necesario que lo hagan los hijos para pagar los gastos de renta, comida y otros. La cifra de menores trabajadores comenzó a aumentar en 2012”.

Un 90% de los jóvenes que trabajan también estudian en colegios los fines de semana y un pequeño porcentaje lo hace en jornadas nocturnas.

“Lo ideal sería que los muchachos solo estudiaran, pero, como no se puede, la salida es que estudien y trabajen”.

Portillo dijo que la temporada de mayor demanda de solicitudes para trabajar inicia en octubre y termina en febrero; sin embargo, todos los días llegan adolescentes a pedir solicitudes.

“Les pedimos a los muchachos como requisito para extender el permiso que traigan una oferta de trabajo por escrito y las notas del colegio al que asisten, ya que el objetivo del programa es que trabajen para estudiar. Además debemos verificar que les están dando todas las prebendas: seguro social, salario mínimo, decimocuarto mes, aguinaldo y horas extras y que cumplan las horas estipuladas de trabajo”.

En la secretaría hay una unidad destinada a supervisar que los jovencitos estén laborando en los puestos para los que se les dio permiso, ya que hay varias normas que se deben cumplir.

“No les extendemos permisos a los adolescentes si el trabajo requiere un esfuerzo físico que no concuerde con su edad o en el que no les ofrecen todos sus derechos. Queremos que trabajen dignamente y se les respete”, declaró Suyapa García, encargada del Programa Menor Trabajador.

García contó que las empresas donde más se contratan jóvenes son los call centers, las empresas de comidas rápidas y tiendas de ropa y sobre todo las mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas).

“El 70% de los trabajadores de las mipymes es representado por los menores de entre 14 y 18 años”, declaró el empresario José Fernández.

Explicó que tanto hombres como mujeres tratan de incursionar desde temprana edad en el mundo laboral para salir adelante.

Efraín Rodríguez, presidente de la Anmpih en San Pedro Sula (Asociación Nacional de la Mediana y Pequeña Industria de Honduras), dijo que como empresarios responsables tratan de darles facilidades a los menores para que puedan estudiar y trabajar.


“La mayoría trabajan y estudian y se gradúa un buen porcentaje de los colegios. Una alta cifra de menores representan el único sustento de sus hogares, ya que sus padres son de la tercera edad y no trabajan. Es nuestra responsabilidad social apoyarlos y que continúen en la universidad, incluso ayudarlos con los gastos de sus estudios”, afirmó Rodríguez.