25/04/2024
02:29 AM

Los 'niños de la línea”, una historia de sacrificio y amor

Los hijos de los vendedores informales comen, duermen y juegan en los puestos que tienen sus padres.

    Entre paquetes de herramientas, cabuyas, alambres y todo tipo de producto para ferretería cuelga la hamaca de Daniela. A un lado también está el petate de Keyla.

    Las pequeñas de 2 y 10 años son hijas de Karen Madrid y Daniel Bustillo. La pareja de vendedores del sector informal ha hecho sobre los rieles del tren su negocio y también su segundo hogar.

    Las niñas mañanean junto a sus padres y pasan todo el día en el negocio.

    A las siete de la mañana, el local ya está abierto a la clientela que circula entre las 7 y 8 calles, 1 avenida de Medina.

    “Es duro estar acá, pero no podemos dejar a las niñas al cuidado de cualquiera en estos tiempos”, dice Karen, mientras su esposo atiende a un cliente.

    Ellos tienen 10 años de vender en este lugar. Su hija mayor ha crecido ahí, al igual que muchos de los niños de los vendedores.

    El sonido del tren interrumpe la conversación. “Tené cuidado, Keyla”, le indica Karen a su hija mayor, mientras carga a la pequeña Daniela.

    “Tenemos que estar pendientes cuando pasa el tren para mover las cosas y cuidar de los niños”.

    Puesto tras puesto

    No todos los vendedores tienen a sus hijos ahí, pero sí la mayoría.

    Puesto tras puesto se puede ver a los niños corriendo o descansando en hamacas.

    Entre las 5 y 6 calles, 1 avenida del barrio Concepción, Adelmo Perdomo repara celulares y vende mochilas para sostener a sus tres hijos de 3, 5 y 10 años.

    Con cierto recelo expresa que su temor es que la Fiscalía o el Instituto Hondureños de la Niñez y la Familia (Ihnfa) le quiten a sus hijos por mantenerlos en el puesto que tiene en la línea.

    “La mamá de ellos se enamoró de un muchacho y por eso pasan aquí conmigo. Ella se fue a su pueblo y los traigo porque no tengo quien los cuide. Trabajo para ellos y también los cuido”, comenta el hombre de 32 años al mismo tiempo que repara un celular.

    Adelmo forma parte de los 1,200 vendedores del sector social que tienen sus puestos en la primera avenida, desde la 9 hasta la 2 calle y una parte de la primera.
    No tienen opción

    Lo hijos de los vendedores comen, duermen y juegan dentro de los puestos que han hecho sus progenitores.

    Algunos de los negocios tienen petates, televisores, ventiladores, hamacas y los juguetes que ellos traen de sus casas para entretenerse durante el día. Los más grandes ayudan con las ventas y son expertos en negociar precios.

    Los menores están de vacaciones, pero en período escolar la mayoría asiste a las escuelas Leonardo Martínez y República de Cuba, las más cercanas.

    Yolanda Pérez, dirigente de vendedores, dice que no tienen un censo de los niños, pero que la mayoría de familias son numerosas.

    Aunque los padres de los pequeños desearían otro futuro para ellos, se sienten con las manos atadas y sin opciones.

    “Estar acá todo el día no es fácil para ellos, pero están mejor bajo nuestro cuidado que con desconocidos”, añade una madre de dos pequeños. Ella prefiere omitir su nombre.

    El temor de que las autoridades intervengan es evidente.

    “Cada padre debe batallar por sus hijos. La Fiscalía a veces los arrebata de los brazos de sus padres y no tienen ni donde meterlos”, interviene una clienta.

    No importa el clima. Si hace frío o calor, los niños deben permanecer en los puestos acompañando el sacrificio de sus padres, quienes día a día se esfuerzan para que a los pequeños no les falte su comida.